Emulación
Durante las últimas elecciones presidenciales francesas, Emmanuel Todd se hizo famoso como el sociólogo de Chirac, pues diseñó las ideas-fuerza de su campaña populista, que aunaba liberalismo y protección social. Posteriormente, Chirac optó por políticas de ajuste en detrimento de los derechos sociales. De ahí que Todd rompiese con su patrón, uniendo su voz al coro de protestas. que durante el otoño pasado paralizó la vida pública francesa. Algo análogo podría suceder en España, pues se anuncia un otoño caliente ante la traición de Aznar a su programa populista. Pero si deseo aludir a Todd no es como ideólogo, sino por su más relevante papel como historiador.Todd es un discípulo de Peter Laslett que se ha dado a conocer por una polémica obra, La invención de Europa, donde sostiene la hipótesis de que el capitalismo y la modernidad individualista surgieron en aquellas zonas europeas (Inglaterra, Holanda) donde predominaba la familiar nuclear desigualitaria, en la que los hijos se emancipaban de sus padres pero la herencia no se repartía igualitariamente, sino que se la apropiaba uno solo de los hermanos en detrimento de los demás: aquí halla Todd la fuente de la competitividad individualista. En cambio, aquellas otras zonas europeas donde las formas familiares exigían la dependencia del padre y el igualitarismo entre los hermanos se resistieron al contagio individualista.
¿Qué obtendríamos de aplicar la hipótesis de Todd al caso español? El capitalismo se introduce en España a través de Cataluña, que es la zona que mejor cumple la condición del desigualitarismo en el reparto de la herencia: el hereu se apropia del derecho de primogenitura y obliga a los demás hermanos a buscarse la vida. En cambio, la España de influencia castellana, que más se resistió al capitalismo liberal, es zona de familia igualitarista, donde la herencia paterna se distribuye a partes iguales entre todos los hermanos. No obstante, la familia troncal catalana sólo cumple una de las condiciones del modelo de Todd, la del desigualitarismo entre los hermanos, pero no cumple la otra, que obliga a los hijos a emanciparse del padre. De ahí que el capitalismo catalán sea de naturaleza dependiente y paternalista, demandando el proteccionismo del Estado para poder prosperar.
Esta propensión hacia el capitalismo proteccionista por parte del derecho sucesorio catalán explica muchas cosas, entre ellas la reivindicación nacionalista del hecho diferencial, que en este aspecto equivale al derecho de primogenitura. Cuando Pujol reivindica singularidad propia, y exige que las demás comunidades autónomas no le imiten ni le emulen, está comportándose como el hereu que se niega a compartir la herencia con sus hermanos. Y esto no puede ser comprendido en el resto de España, mucho más federalizante, cuyo derecho sucesorio es inequívocamente igualitarista: si el hermano mayor catalán le pide protección al Estado paterno, ¿por qué habrían de conformarse con menos el resto de hermanos menores o segundones?
Es cierto que el pueblo catalán debe ser considerado primus inter pares: tanto por su mayor desarrollo capitalista como por su edificación de una sociedad civil propia. Pero su primogenitura no es excusa válida para desheredar al resto de los hermanos. Al contrario, las demás regiones debieran intentar emular a los catalanes, mirándose en su espejo para tratar de imitarlos y sobrepasarles. El capitalismo no debe ser proteccionista, sino competitivo: y la competencia exige emulación. De ahí que deba federalizarse la financiación autonómica, para que mediante la corresponsabilidad fiscal cada comunidad se esfuerce por competir y desarrollarse. Como demuestra la sociología histórica (Tilly, Mann), la modernidad europea fue resultado de la competencia y la rivalidad entre las naciones, que trataron de autosuperarse para emular el desafío planteado por las más adelantadas. Hoy son los catalanes quienes nos superan a los demás españoles, pero ¿acaso eso no les exigiría invitarnos a emularles?: noblesse oblige.
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