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FERIA DE SAN FERMÍN

El último encierro, masivo y muy peligroso, sólo produjo tres heridos leves

El último encierro de San Fermín acabó con sobresaltos. La NBA del toro parecía más bien una capea. Se armó un barullo tal que no había manera de entenderse. Toros sueltos y rezagados, mozos corriendo al revés y domingueros causaron el caos. Hasta los corredores más experimentos, los divinos, fueron víctimas del jaleo. Con tanta confusión el encierro duró seis minutos. Fue el más largo pero también el menos trágico. Sólo hubo tres heridos leves.El desorden sobrevino cuando la manada de los toros de Domecq se dispersó en la calle Estafeta. Tres ejemplares quedaron sueltos en el callejón. Entre los mozos veteranos que intentaban conducir a los astados aparecieron insensatos que corrían en dirección opuesta a la plaza. "Un grupo de personas ha hecho locuras", decía Javier Alonso, veterano corredor. "Cuando hay un toro suelto hay que llevarlo entre pocos mozos y hacia adelante", explicaba. El corredor francés Marichalar, con 20 años de experiencia, exclamaba: "Ha habido demasiado riesgo".

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Los toros rezagados lanzaron violentos derrotes e incluso llegaron a causar pánico con sus topetazos en las, empalizadas. Julen Medina, emblemático corredor desde hace 25 años, se vio envuelto en el desorden. Sufrió la fractura de dos costillas al ser embestido por un morlaco en el callejón. En el hospital decía a sus amigos: "Algunos se han quedado parados delante de mí y me han entorpecido". Para Julen, de 41 años, éste es el primer incidente de su dilatada participación en San Fermín. Asimismo, Mikel Iribarren, de 22 años, recibió una cornada de cinco centímetros en un muslo, y Eduardo Arlegui, de 42, padecía traumatismos tras ser arrollado.

Algunos mozos, al concluir el encierro, decían emocionados: "Da pena que esto se acabe". El último día es triste para todos. Pero sobre todo para los mozos de Pamplona, que como Mikel se pasan un año esperando esta semana de encierros. La cara más feliz es la de las madres. Adela, de 56 años, ayer respiraba en el callejón: "Tengo un hijo que corre, es Montxu, y, vengo a verle el último día porque siempre le doy suerte. Ahora me voy a rezar".

Para otros corredores los encierros del 96 demuestran cómo poco a poco se profesionalizan las carreras ante los toros. "Antes, el encierro era el final de una noche"., comentaba Miguel, de 39 años. "Ahora hay gente que se prepara, específicamente para la carrera y, duerme hasta nueve y diez horas", Según Javier Gostori, de 82 años), antiguo corredor, "el valor es el mismo de siempre pero ahora los corredores están más preparados y estudian más al animal".

Para Jaime Mondragón, de 87 años, las diferencias son grandes: "Antes los toros eran iguales y se corría con traje y zapatos pero había más holgura que ahora". Los mozos actuales creen, precisamente, que el principal enemigo del encierro es la masificación. En cambio, cuantos más corredores hay en el encierro se, producen menos heridos por asta de toro. A lo largo de los ocho días de encierro se han producido seis cornadas, cinco de ellas en los glúteos; heridos de pronóstico grave por caídas o atropellos hubo 27.

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