Los toros de La Ermita causan un herido grave en el quinto encierro
Un suspiro de alivio lanzaban ayer los mozos al acabar el quinto encierro. A pesar de sus terroríficas gaitas, los toros de La Ermita no empitonaron a los corredores, aunque hicieron una carrera peligrosa. Hubo un herido grave y dos de pronóstico reservado. José Manuel García Galdeano, de 21 años, fue vapuleado por un toro que le ocasionó contusión torácica y abdominal y rotura de bazo. Fue intervenido quirúrgicamente. M. G. C., de 32 años, ingresó en el hospital Virgen del Camino con luxación de hombro derecho, con arrancamiento de troquiter, dos fisuras costales y contusiones múltiples. Íñigo Valencia López, de 21 años, sufre herida en el tobillo derecho. Estos dos últimos abandonaron anoche el hospital.Los lances de mayor riesgo se desataron cuando la recia manada se reventó en la calle de la Estafeta. Tras un barullo, un toro se clavó unos segundos. Luego, abordó a los corredores por la acera, convertida en un carril pitón. El animal, con vocación sedentaria, empujó a los corredores, la muchedumbre se pisoteó y el encierro se dinamitó. Los toros, sin embargo, no cogieron a nadie. Al llegar al albero, un cabestro despistó a la manada, que dio una vuelta al atestado ruedo. Centenares de mozos se lanzaron de cabeza hacia el callejón para esquivar el trapío de los cornúpetas.
Peligro y nervios
La sentencia final del arriesgado día era benévola, en comparación con los pronósticos. A Miguel, corredor madrileño, le bastó con ver la cara a los toros para darse cuenta de sus malas intenciones. "Eran de procedencia Santa Coloma y desde dentro del encierro hemos visto su peligro y cómo derrotaban". Decenas de corredores reunidos en la tertulia del hotel Missionave coincidían: "Ha sido un encierro peligroso y la manada ha estado muy nerviosa".Los investigadores de la tauromaquia, en cambio, discrepaban. No creían que la ascendencia y el apellido de los toros condicione su comportamiento en el encierro. Opinan que el miedo sobrecoge a los toros en la carrera. "Un toro en el encierro está asustado, se comporta distinto a la corrida", dice Antonio Purroy, catedrático de la Universidad de Navarra. "No arrollan, se quitan de encima a la gente; pese a que dan algunos derrotes sólo quieren escapar. Su obsesión es la huida". Purroy mantiene que los toros van cegados en la manada. A su juicio, los mozos deben aprovechar la reunión de los astados para coger el hilo del pitón y disfrutar de ese momento del éxtasis cerca de la cornamenta. "En ese momento, el toro no tiene peligro", concluye Purroy.
Para Pedro Bañales, ganadero, el toro sólo tiene peligro si está solo en el encierro. "En esas circunstancias, tiene veneno". A su juicio, los cabestros suavizan el encierro y conducen a los toros hasta la plaza para tranquilidad de los corredores. Durante los ocho días de encierro, salen cada día los mismos cabestros. A medida que avanza la semana, estos animales pierden fuerza. Por eso, desde hoy los toros tienen el peligro de adelantarse a los cabestros y vapulear a los corredores.
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