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El rock de los pastos

6.000 personas llegan al valle d'Àneu en las primeras horas del Doctor Music Festival

Jacinto Antón

¡Oh! Bonito. Buen rollo. Una expresión y dos conceptos que definen las primeras impresiones del público que accedió ayer al recinto del Doctor Music Festival, que comenzó por la tarde en Vall d'Àneu en el Pirineo de Lleida, y durará hasta bien entrada la noche del domingo. Unas 6.000 personas llegaron ayer al festival, según un primer balance de la organización.El lugar que habría escogido Nube Roja para instalar el campamento de verano de los Oglala, seguro. Es difícil describir la belleza del paraje donde ha asentado sus reales el Doctor Music Festival. Un valle de un verdor que hiere la vista, rodeado de montañas suaves, espesadas de bosques y, al noroeste, la Roca Blanca, una cima afilada de 2.600 metros con un reguero de nieve que se empequeñece bajo el sol de una tarde espléndida.

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Tras atravesar las inevitables Horcas Caudinas de la entrada -seis carriles, por los que hay que pasar para el marcaje preceptivo (una pulserita)-, la gente accedía al espacio de acampada para plantar su tienda y -cabe imaginar- su esperanza de pasarlo estupendamente.

A partir de las seis de la tarde la zona de acampada comenzó a llenarse de una políctoma cosecha de tiendas y del febril stacato de centenares de martillitos y piedras, al golpear las metálicas clavijas de los vientos. "Buen suelo, pero nos van a comer los bichos", auguraba un tipo cuya experta apreciación de campista se daba de patadas con una contundente camiseta de los Sex Pistols.

La bucólica imagen de este abigarrado acampamento surgiendo de los pastos contrastaba ciertamente con el atuendo de algunos. Pero, diablos, cómo se viste uno para estar a tono con Enid Blyton -Aventura en el prado- y Sepultura. Visto así, a nivel de suelo (¡madre mía, qué rubia!), desde el centro del campamento, puede afirmarse que la gente ha optado por tiendas pequeñitas; alguna lo es tanto que uno se pregunta cómo se lo hará esa pareja para caber sin ponerse uno encima de otro, fiu. Bueno, el caso es que la gente se dispuso a pasarlo, tan ricamente.

Mientras, detrás del escenario como si dijéramos, en las casetas de producción, el backstage, se vivía otra urgencia. Aquello era como el ambiente de M. A. S. H. con la llegada de todo un pelotón de heridos. Cables, papeles, contratos, ordenadores portátiles, walky talkies y un estrés de índice Nikei. Mundos diferentes. El de las tiendas. El de la jefa de relaciones externas de largas piernas en shorts. El del tipo de seguridad que se ha improvisado un toldito en un sendero polvoriento. El de los escenarios aún mudos. El del joven de Alicante que aguarda pacientemente a que abran taquillas porque ha venido sin abono, el hombre. Es imposible abarcar todo el área del festival. Esto es como Little Big Horne: en un sitio todo está tranquilo y en el otro ya irrumpe el Séptimo de Caballería. Por cierto, la presencia policial es amplia (incluso unidades de élite de la Guardia Civil), pero discreta.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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