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Reportaje:

Pánico en ascensor

Hasta un 10% de la población sufre crisis de angustia transitoria injustificada

Imagine que acaba de entrar en su edificio de oficinas. Se dirige al ascensor a la carrera y siente, de repente, una intensa sensación de vértigo. Luego, puro miedo. Algo terrible está a punto de suceder. Siente que va a morir en ese instante. Las puertas del ascensor se abren pero está demasiado asustado como para entrar. Permanece en el vestíbulo con el corazón latiendo a toda velocidad. Otros empleados pasan de largo y le miran advirtiendo que algo pasa.Este ejemplo es una precisa descripción de un ataque de pánico o angustia, un desorden psiquico que, pese al desconocimiento que todavía persiste, incluso entre muchos médicos, es uno de los más frecuentes ya que afecta a entre un dos y un 10% de la población. Las crisis de pánico duran entre minutos y horas y se manifiestan de forma repentina e inexplicable, en situaciones en las que aparentemente no hay motivo para la angustia.

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Miguel G., un transportista autónomo de 31 años, sufrió su primer ataque hace un año, mientras conducía su furgoneta por las afueras de Valencia. "De repente, el corazón se me puso a cien. Creí que la cabeza se me iba, que me estaba volviendo loco". Asustado, creyó que algo grave le ocurría, pidió ayuda y fue trasladado al servicio de urgencias más próximo, Allí, tras realizarle un electrocardiograma y diversos análisis, los médicos no dieron con la causa de su "enfermedad".

Las sensaciones que puede experimentar la persona afectada son numerosas: vértigo, taquicardia, asfixia, dificultad para tragar, dolor en el pecho sudoración, náuseas, hormigueo y temblores, y, sobre todo, miedo a morir. "La característica fundamental es la brusquedad de la aparición de los síntomas", explica Jerónimo Saiz, jefe del Servicio de Psiquiatría del hospital Ramón y Cajal de Madrid, "y el paciente tiene el convencimiento de sufrir un ataque al corazón, una apoplejía o de que se está volviendo loco". Pese a la aparente gravedad de los síntomas, la crisis de pánico ni tiene causas ni consecuencias físicas y es más usual de lo que se cree. "Probablemente, alrededor del 2% de los varones y hasta el 5 o 6% de las mujeres van a padecer algún transtorno de este tipo a lo largo de su vida", asegura Saiz.

Acudir a urgencias

Otros expertos elevan estas cifras hasta un 10% de la población. En todo caso, se trata de un problema bien estudiado por los psiquiatras, que en la última década cuenta con tratamiento farmacológico y con un programa psicoterapéutico que consigue un alto porcentaje de control y curación.No todos los que padecen este transtorno acaban en la consulta de un psiquiatra. "La reacción inmediata es acudir a un servicio de urgencia, poseido por el convencimiento de está sufriendo una enfermedad muy grave", comenta Saiz. Si el médico que le atiende no acierta con el diagnóstico, el paciente inicia un agustioso vía crucis de consulta en consulta y de especialista en especialista, y se somete a todo tipo de pruebas en busca de su mal, con el consiguiente coste médico y sensación de inseguridad. Las crisis se repiten, cada vez con más frecuencia, y en cada una de ellas "el enfermo vuelve a experimentar los síntomas, e irá adquiriendo lo que llamamos ansiedad de anticipación, es decir, miedo a tener miedo", agrega Saiz.

¿Son graves estos ataques? "Está completamente demostrado que las crisis de pánico no aumentan el riesgo de enfermedades físicas ni desembocan en la locura", asegura Julio Sanjuán, profesor de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de Valencia.. Sin embargo, si no se tratan correctamente, a largo plazo pueden empeorar la calidad de vida del paciente, ya que se inician las "conductas de evitación" el paciente tiende a evitar las situaciones que cree amenazantes, como subir en ascensor, acudir a los lugares donde sufrió anteriormente un ataque, o bien evita alejarse demasiado de los hospitales. "Todo esto desemboca en otras complicacines psiquiátricas, como hipocondría, dependencia de otras personas y depresión", agrega Sanjuán.

En la carretera

Miguel G . lo experimento. Tras su primera crisis en la carretera comenzó a sentir miedo al coche, creyendo que volvería a repetirse aquella extraña y horrible sensación de pánico. Evitó a toda costa conducir y su situación laboral y económico empeoró. "Llegué a no salir de casa para nada, y si lo hacía, me aseguraba previamente de que había un hospital cercano al que acudir en caso de sufrir una nueva crisis", recuerda.La perplejidad por los efectos externos de un ataque de pánico también invade a los familiares y amigos del afectado, que tienden a considerarlo un hipocondríaco o un enfermo imaginario. "El apoyo familiar es esencial para que disminuya la sensación de alarma. Al paciente hay que darle cobijo, sin llegar a una actitud excesivamente protectora", dice Sanjuán. Las estádisticas muestran que estos transtornos se manifiestan entre la adolescencia y los 40 años, en personas con antecedentes familiares o con situaciones de abandono o miedo en la infancia.

Con estas condiciones previas, cualquier factor, como problemas financieros, laborales o familiares, pueden disparar las crisis. El hecho de que las mujeres sufran más estos desórdenes que los hombres (en proporción de dos a uno), podría explicarse por el refugio que muchos varones encuentran en el consumo de alcohol.

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