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Reportaje:

Manoteras pierde gas

La última fábrica de energía manufacturada cerró ayer en Hortaleza

Antonio Jiménez Barca

La vieja fábrica de gas de la calle de Manoteras, en Hortaleza, y sus miles de tubos amarillos y sus depósitos como gigantescos balones de chapa brillante de 15 metros de alto no existe ya. Directivos y trabajadores de Gas Natural se reunieron ayer vestidos de fiesta para girar la última manivela, la que clausura para siempre una factoría que, en sus buenos tiempos, en los setenta, suministró energía manufacturada a 400.000 madrileños.La progresiva demanda del gas natural, el que nace debajo de la tierra y viaja a Madrid por dentro de los gasoductos, ha arrinconado el sistema de los operarios de Manoteras. La misma empresa se subió al carro de la modernización, con lo que el proceso del manufacturado es ya historia: llegaban a este barrio del norte de la ciudad trenes cargados de nafta -un derivado del petróleo- y en la fábrica que hoy duerme por primera vez se transformaba en gas, Después se almacenaba en alguno de los 24 inmensos recipientes esféricos que, inútiles desde ayer, han adquirido el aire triste de los huéspedes de los museos de cera. Todo quedará convertido en pisos dentro de unos años. De hecho, la fábrica misma, que se inauguró en 1967 en un descampado, era últimamente una construcción extraña, rodeada de urbanizaciones.

En 1.987 llegó el gas natural a Madrid y el manufacturado, más sucio y de peor calidad, fue cayendo en desuso. En marzo, la empresa cerró el círculo: todos sus clientes, (800.000) consumían ya gas natural y la vieja fábrica dejó de tener sentido.

No es la primera vez que Gas Natural (antes Gas Madrid) cambia de sitio y de método. En la Ronda de Toledo se construyó hace ya más de un siglo la primera factoría, que utilizaba carbón como materia prima. De aquello quedan huellas y testigos: una chimenea de ladrillos donde vive una cigüeña, el nombre de una calle -la del Gasómetro-, algunos paseos de Baroja convertidos en párrafos de novela y Juan Regueiro, de 58 años, que cuando tenía 2 1 comenzó a trabajar en la fábrica de la Ronda de Toledo y luego, cuando ésta cerró en 1969, se trasladó a Manoteras.

Él y otros tres operarios fueron los encargados de abrir por primera vez el paso del gas en la nueva planta. Y ayer, cuando vio que el presidente de la compañía clausuraba la, fábrica, se le encogió el estómago. "Es como si le pasara algo a tu familia", resumió. La empresa le ha encomendado que se quede vigilando hasta que no haya nada. Los laberintos de tubos los comprará alguien para una nueva fábrica; las bombonas inmensas acabarán en manos de un chatarrero con imaginación. Regueiro lo presenciará todo. Después tal vez se jubile. Si alguien descubre un nuevo tipo de gas en alguna parte del planeta, que llame a este hombre para que dé la primera vuelta a la manivela.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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