Las cosas en su sitio
La votación el martes pasado de la proposición de ley sobre el aborto ha puesto las cosas en su sitio. No desde el punto de vista de la solución al problema de la interrupción del embarazo, de la que discrepo de la manera más radical, pero sí desde el punto de vista de la política parlamentaria.Creo que es bueno que haya sido así y el_PSOE haya tropezado en esta piedra. Después de los resultados electorales del 3-M y de la votación parlamentaria sobre la posición española respecto de Cuba a raíz de la ley Helms-Burton, en la que la torpeza del PP propició un resultado extraordinariamente ajustado tras una fuerte presión sobre los parlamentarios de CiU, se podía caer en la tentación de pensar que la mayoría parlamentaria que sostiene al Gobierno carece de solidez. Se trataba de un espejismo que la votación sobre el aborto ha permitido reconocer como tal. Esta es la enseñanza del martes pasado.
Y es una enseñanza que no debe caer en saco roto. Pues si desde el punto de vista de la aritmética la posición del PP es débil, más débil de lo que era la posición del PSOE en la pasada legislatura, desde el punto de vista político ocurre todo lo contrario. Políticamente el PP es más fuerte con 156 escaños de lo que lo era el PSOE con 159. Esto es algo que el PSOE tiene que interiorizar. La razón de que así sea no es tangible, pero es real. Mientras que el PP, después del 64 de 1993, era portador de una política para la que existía receptividad inmediata en la sociedad española, eso no se puede decir del PSOE después del 3-M de 1996. En estos momentos el PSOE no está en condiciones de adoptar iniciativas de política general que la sociedad española pueda hacer suyas. Únicamente el PP puede adoptarlas. Ahí, reside su fuerza. El PSOE es potencialmente un, partido de Gobierno, pero sólo potencialmente en estos momentos. El PP en la pasada legislatura lo era desde el comienzo. Esta es una de las cosas que diferencian políticamente esta legislatura de la anterior. En la pasada legislatura hubo un pulso, prácticamente desde el principio, entre la política socialista y la alternativa popular. En esta no lo hay.
El trabajo del PSOE tiene que ser precisamente el de crear las condiciones para que ese pulso sea posible, para que la sociedad española vuelva a estar receptiva a una alternativa de política general propuesta por el PSOE.
Este es un trabajo lento, en el que la impaciencia es la peor consejera. La sociedad española necesita tiempo para comprobar de manera real y efectiva en qué consiste la alternativa de, Gobierno del Partido Popular. Después de casi 14 años de gobierno socialista, este tiempo no son cien días sino bastantes más. Si se está pensando en la rentrée, me parece que se está haciendo un cálculo equivocado. Antes del debate sobre el estado de la nación en la primavera del año que viene, no creo que vayan a existir condiciones para un debate de política general. Y ya veremos si la primavera del 97 no es todavía muy pronto.
Lo que no quiere decir que en el debate sobre la convalidación de los recientes decretos ley, sobre la enseñanza de la religión, sobre los presupuestos del 97 o sobre el modelo de financiación autonómica, no se haga saber a la sociedad española cuál es la posición del Partido Socialista y por qué es distinta de la propuesta por el PP.
Se trata de una carrera de fondo. La estrategia de oposición tiene que estar pensada para cuatro años. Es posible que ni aún así se consiga que la sociedad española esté receptiva al final de la legislatura para la oferta del PSOE. Pero como no va a conseguir en ningún caso ese objetivo es si actúa impacientemente, intentando quemar etapas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.