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Tribuna
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Aida

Todo el mundo anda cabreado con Javier Clemente, y me parece injusto porque, de los muchos que sueltan burradas estos días, es el único inofensivo. Dentro del capítulo burradas, las peores son las que se sueltan en forma de decreto-ley. Siguen las que pertenecen al apartado decreto-ley que aún se encuentran en estudio. Y, por último, tenemos la modalidad declaraciones amenazantes, que a mí es la que me reduce más, en el sentido de que me desasosiega y paraliza, porque es como si, de repente, hubiera aparecido de nuevo el faraón comentando que está dispuesto a hacerse erigir una pirámide. Y cuando el faraón quiere pirámide, todos sabemos a quién le va a tocar acarrear las piedras. Así, los sindicatos son obsoletos; los trabajadores fijos, unos mantas; los eventuales ion, por lo menos, demasiados, y las escuelas públicas volverán a albergar la religión como asignatura evaluable, que es como decir que habrá una materia destinada a Expediente X, lo que, en este contexto, resultaría coherente: la verdad está ahí fuera es también una cuestión de fe.

Comparado con los que nos están cayendo, Clemente parece Umberto Eco, y el regreso de Melrose Place a Tele 5, con su carga de treintañeros ambiciosos que no dejan de hacerse maldades, va a pasar inadvertido entre nosotros. Amanda va a quedar tal que sosa, después de haber oído declamar a Espinosa de los Monteros y Termes.

De ahí mi idea de que, para entrenar ante lo que nos viene, corramos todos y todas, a la plaza de toros de Las Ventas y nos apuntemos para hacer de extras del coro de Aida. Eso sí, en el bando del sufrido pueblo etíope. Porque como se equivoque el regidor y nos contraten para hacer de odaliscas en los festines faraónicos, vamos a llegar ya escoñados/as al solar donde nos esperan las piedras aznaritas.

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