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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

A Joaquín Rodrigo, desde el corazón

La sala acristalada de La Rana Verde, aquella tarde de invierno, a la misma orilla del río Tajo, se iba envolviendo en la brumosa densidad grisácea que incesante y lentamente manaba del oscuro cauce. La mesa nuestra era la más cercana al viejo piano y estábamos solos y en silencio, el pan de barra tostado, la tetera, la mantequilla, las tazas, la quietud después del paseo por los jardines... y el maestro Rodrigo se acercaba acompañado de dos mujeres, el vacío espacio interior se hizo cálido cuando sonriente se sentaba cerca de mí.Quizá había bebido en el jardín del Príncipe de la misma belleza que yo acababa de disfrutar, siempre nueva cada puesta de sol, cuando las voces de los pájaros poblaban los etéreos espacios, y a las ramas de los árboles se les oía acariciarse, los colores eran brillantes, y los silencios acechaban entre los juncos, y el metálico grito monocorde de la trompeta del guarda avisaba la hora de cierre. La sonrisa bondadosa de él alivió la inquietud que súbitamente intuí como anuncio del daño que me iban a causar y del que no supe defenderme entonces.

Dejé Aranjuez para estudiar en la Universidad Complutense de Madrid, y de forma casual encontré la nota del horario de la clase del maestro Joaquín Rodrigo, en un aula pequeñita del edificio A: me matriculé, y allí le encontraba. Su mujer, siempre con él; él, regalándonos su inocencia creadora, las confidencias del tiempo en París con artistas amigos, el sentido optimista de la vida, su música.

Ha estado acompañándome Joaquín Rodrigo en momentos de oscuridad y de luz, cuando todo parecía acabarse y en la esperanza, en la soledad y en la alegría, como si para mí, nacida en Aranjuez, también hubiese creado su música.

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Joaquín Rodrigo, premio Príncipe de Asturias, un hombre bueno del luminoso Levante, que respiró la brumosa belleza de mi valle, que paseó su humanidad creadora por el Mare Nóstrum, por el cosmopolitismo de París, por Andalucía, para enseñar al corazón el camino de la armonía, con voz de guitarra española.

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