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La hoz y el martillo coquetean con el águila imperial

La retórica marxista-leninista de los comunistas rusos se diluye en el pensamiento nacionalista de Guennadi Ziugánov

Pilar Bonet

El rostro de Guennadi Ziugánov estampado sobre el águila imperial bicéfala de Rusia. Esta imagen, que refleja la evolución sufrida por el comunismo ruso y su candidato a la presidencia del Estado, debía figurar en una insignia preelectoral que finalmente fue desechada por los responsables de la campaña. A los comunistas de la izquierda clásica, los que no superaron aún la estética de los símbolos de ruptura con el zarismo, les cuesta aceptar la iconografía del nacionalismo ruso, una corriente que ha arraigado en el Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR).El comunismo es una fuerza sólida en Rusia, a los casi cinco años desde que el presidente Borís Yeltsin, a raíz del golpe de Estado de 1991, prohibiera el PCUS, la columna vertebral del Estado soviético, y el Partido Comunista de la República Federativa Rusa, una organización parásita del primero, que fue fundada en 1990 como centro de oposición a las reformas de Mijaíl Gorbachov.

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El 'guru' y la Herencia Espiritual

Tras la atomización que siguió a la clausura de locales y confiscación de bienes, los comunistas han reorganizado sus filas en un espectro que va desde el estalinismo a una mezcla (pero no síntesis) de ideas diversas. A diferencia de Europa del Este, los comunistas rusos no constituyen un partido socialdemócrata, ya que los militantes de esta tendencia minoritaria o bien siguieron a Mijaíl Gorbachov al limbo político o se apartaron del comunismo antes de agosto de 1991 o se desarrollaron al margen de él.

Dos organizaciones importantes

Dos son hoy las organizaciones comunistas que cuentan, según demostraron las elecciones legislativas de 1995. La primera es el PCFR, que tiene el grupo parlamentario más importante de la Duma estatal (Cámara baja del Parlamento) y por el que votaron más de 15 millones de personas (el 22,31% de los votantes). La segunda es el bloque Comunistas-Rusia Obrera-Por la Unión Soviética, una formación de leninistas ortodoxos, cuyo dirigente más conocido es el obrerista y mitinero Víctor Anpílov. Este bloque no consiguió escaños parlamentarios, ya que no rebasó el listón del 5%, pero se vio apoyado por tres millones de votos, más que los demócratas radicales seguidores de Yegor Gaidar, el padre de la reforma liberal emprendida bajo el patronazgo de Yeltsin.Para las elecciones presidenciales, el PCFR es el eje aglutinador de una coalición de apoyo a Ziugánov que ha sido bautizada como bloque de Fuerzas Populares Patrióticas. En ella figuran tanto Anpílov y sus seguidores como el ex primer ministro soviético Nikolái Rizhkov, cuya formación electoral consiguió más de un millón de votos en diciembre, y el Partido Agrario, que logró tres millones, además de los grupos patrióticos propiamente dichos y los partidarios de un Estado fuerte, como el ex vicepresidente de Rusia Alexandr Rutskói.

Los comunistas se han esforzado en diluir sus señas de identidad en el marco más amplio de las Fuerzas Populares Patrióticas. Aquí, la retórica marxista-leninista se ha eclipsado un tanto ante la idea nacionalista rusa, que domina en el pensamiento de Ziugánov, a juzgar por los ensayos de los que es autor. En la conversión o reafirmación de Ziugánov en el nacionalismo ruso ha tenido un papel la organización Herencia Espiritual y, sobre todo, su líder Aleksei Podberezkin, considerado como uno de los nuevos ideólogos del PCFR.

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Para Ziugánov, Rusia es portadora de tradiciones y valores morales como el colectivismo, el patriotismo, el afán de igualdad y justicia, y la capacidad de sacrificio. Todas estas cualidades se contraponen al consumismo, el materialismo, el culto a la riqueza y el sectarismo de Occidente. Ziugánov cree en el Estado ruso como imperio y en la existencia de una conspiración contra Rusia, cuyo fin es imponer "un régimen planetario de dictadura política, económica y militar de Occidente con Estados Unidos a la cabeza", es decir, un "nuevo orden mundial", utilizando para ello la "catástrofe latente" y la "guerra civil de baja eficacia". Ziugánov exalta la Iglesia ortodoxa rusa como factor de unidad y conservación del pueblo ruso.

El programa del PCFR, con un tono distinto al que Ziugánov emplea para expresar sus ideas, no se pierde en reflexiones sobre la identidad nacional rusa o la Iglesia ortodoxa. Basándose en la enseñanza marxista-leninista y la dialéctica materialista, evita juzgar la figura de Stalin, responsabiliza personalmente a Gorbachov y a Yeltsin por la traición al comunismo y la patria y establece el principio del centralismo democrático como método de organización interna. También prevé restablecer los sóviets (consejos), abolir los acuerdos internacionales que menoscaban los intereses de Rusia, introducir un monopolio estatal del comercio exterior de materias primas y bienes de consumo y rebajar los precios. Y aunque reconoce la pluralidad en las formas de propiedad, está en contra de la propiedad privada de la tierra y deja abierta la posibilidad de revisar la privatízación llevada a cabo por Yeltsin.

Para las elecciones presidenciales, el bloque de las Fuerzas Populares Patrióticas se ha dotado de una plataforma socioeconómica en la que se ha procurado limar, por lo menos formalmente, los puntos del programa comunista que más inquietud han causado entre los nuevos empresarios. Ziugánov ha prometido que no habrá conmociones si llega al poder, pero es difícil saberlo, porque tal cosa no sólo depende de él.

La plataforma socioeconómica que defiende hoy Ziugánov es un proyecto proteccionista para 15 años (de 1996 al 2010) qué pretende convertir a Rusia, hoy exportadora de materias primas, en una potencia competitiva en los mercados internacionales con tecnología de alto nivel. Rusia haría disminuir su deuda externa y revisaría los acuerdos que limitan la elección de modelo de desarrollo independiente de la economía, lo que parece una clara alusión a los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional.

En las filas del partido comunista coexisten personajes de distinta tendencia, que, si se cree a las descripciones de los liberales proyeltsinistas, andarían a la greña entre sí. Una figura clave es Valentín Kupzov, que dirige la campaña electoral de Ziugánov y que fue jefe de sección del Comité Central del PCUS a cargo de las organizaciones sociales. Kupzov representa una tendencia sin retórica nacionalista y es la mano izquierda de Ziugánov, en contraposición a Guennadi Zelesniov, el jefe de la Duma estatal y ex director del diario Pravda, que actúa como mano derecha. En el PCFR está Anatoli Lukianov, el ex jefe del Parlamento soviético, que ha vivido la experiencia de la cárcel al igual que el camarada general Albert Makashov y otros implicados en los enfrentamientos de octubre de 1993.

Faltan jóvenes

Los comunistas que han superado la travesía del desierto (la prohibición en 1991, el proceso al PCUS en el Tribunal Constitucional en 1992 y el congreso restaurador en 1993) se sienten en cierto modo purificados por la experiencia. Algunos incluso iniciaron una militancia en serio en esa época, como lan Blinov, un oficial de aviación en la reserva que hoy dirige el comité provincial de Vladímir. Blinov se queja de la falta de jóvenes y de la falta de medios. Esto último le ha obligado a suprimir el color rojo de la bandera que decoraba su periódico La Causa Justa y encarecía los costes. En cuanto a los jóvenes, la Unión Comunista Rusa de la Juventud, los herederos ideológicos del Komsomol, tienen 15.000 miembros tras haber conseguido registrarse oficialmente el pasado 4 de abril, según Daría Mítina, una estudiante de 22 años que es diputada de la Duma estatal y que, en el otoño de 1993, supo lo que era un interrogatorio policial. Mítina cuenta que le pasaron vídeos policiales de las manifestaciones y enfrentamientos a raíz del conflicto entre el presidente y el Parlamento. Y no quiso reconocer que en las imágenes que proyectaron ante ella se había visto a sí misma.Los komsomoles existen aún, y entre sus actividades está la organización de campamentos de verano a Corea del Norte y de trabajos agrícolas en granjas de las afueras de Moscú. En la Rusia de hoy, estos jóvenes comunistas resultan personajes raros. Corno dice Ígor Shishkin, un comunista de 25 años: "Cuando la gente se entera de que soy del Komsomol, cree que estoy chalado".

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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