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ELECCIONES EN ISRAEL

Bibi, el gran comunicador

Bibi es un hombre de familia. Bibi es un líder político. Bibi es un hombre muy religioso. Ésa es la imagen que el flamante primer ministro derechista de Israel, Benjamín Netanyahu, se ha cuidado de cultivar en los últimos tiempos, y que proyectó cómodamente ante las cámaras de la televisión varias horas antes de que se sellara su estrecha victoria electoral sobre el primer ministro laborista Simón Peres.De la mano de su mujer, Sara, Bibi fue ayer a recoger a sus hijos -dos rubitos que llevan los nombres de los héroes Aviner y Yahir- a una guardería de Jerusalén. Tras posar sonriente para los fotógrafos, se encerró con el estado mayor del Likud. Finalmente, poco después del anuncio de su victoria, justo antes del advenimiento del sábado, Bibi partió apresuradamente al Muro de las Lamentaciones. Rodeado de cientos de judíos emocionados, el nuevo primer ministro de Israel dio gracias a Dios.

Casi todo lo que hizo Netanyahu en las horas finales de su vertiginosa captura del poder llevaba., como otras cosas que hace en su vida, un inconfundible acento norteamericano. Quizás por ello, dicen sus amigos, al joven, idealista y apuesto Bibi pocas cosas le pueden halagar más que cuando se le compara con John F. Kennedy. Salvando, por supuesto, las grandes diferencias, cierto paralelo existe: en 1960. el recién llegado Kennedy derrotó por un pelo al entonces vicepresidente Richard Nixon y se convirtió en el mandatario más joven de su país.

Como Kennedy, Netanyahu debe su triunfo a una dinámica campaña electoral dominada por la gran cuestión de la seguridad. Para dar el mayor énfasis posible a sus prioridades, en los 14 minutos que duró su intervención en el debate televisivo con Peres esta semana, Bibi pronunció 11 veces la palabra "miedo".

Pero, si se trazan algunas comparaciones de estilo, Netanyahu tiene más de Clinton que de Kennedy. Bibi, como Clinton, recurrió a la televisión para pedir perdón a su esposa Sara, la tercera, por una embarazosa relación extramatrimonial con una asesora de imagen. La revelación y la amenaza de chantaje hicieron ambalear su futuro y dividieron temporalmente su partido hace unos años.

Después de que un comunicante anómino informara a Sara de la aventura de su marido, éste recorrió todo el país seguido por las cámaras de televisión, y admitió la relación y el error. Como Clinton en su época. Netanyahu, que por aquel entonces luchaba por el liderazgo del Likud, acusó su rival David Levy de haberle amenazado con difundir un video del Bibigate: el prometedor político, en "comprometedoras ministro de Exteriores Levy, considerándose insultado, abandonó el Likud. Netanyahu ganó las elecciones internas del Likud y accedió a su jefatura.

El pasado domingo, en el debate televisado cara a cara con Peres, Bibi volvió a pedir perdón cuando el moderador le preguntó sobre el asunto. "Cometí un error. Me hice daño e hice daño a mi mujer y a mis hijos", dijo. Bibi fue perdonado. Los Netanyahu, que alternan entre su vieja casona de estilo árabe en la arbolada calle de Salcalov, en el opulento barrio de Talpiya, y su moderno y lujoso condominio con balcones al mar en Tel Aviv, son hoy el retrato de una pareja feliz.

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Bibi, que cumplirá 47 años el próximo 21 de octubre, nació en Tel Aviv. Descendiente de una acomodada familia con larga tradición de lealtad al Likud, pasó su adolescencia en Estados Unidos. De ahí que hable un inglés perfecto. Tras cumplir el servicio militar en Israel, fue admitido en el Massachussetts Institute of Technology y en la Universidad de Harvard, donde estudió administración y luego arquitectura. Aprendió además otras cosas que le ampliarían dramáticamente el horizonte, como el incalculable impacto de la televisión y las formas de dominarlo. Con un reconocido talento para explotar su magnetismo frente a las cámaras, ha pulido sus técnicas de gimnasta del lenguaje directo, las frases cortas y el manejo de las manos como emisoras de mensajes. "La televisión no es el reflejo de la realidad", dijo una vez. "La televisión dirige la realidad".

Netanyahu ha tenido que enfrentarse a acusaciones de que en su juventud consiguió la nacionalidad norteamericana y cambió su apellido por Netai ("Netanyahu, sonaba demasiado japonés", parece que dijo una vez en público), actitudes poco conformes con sus repetidos llamamientos al patriotismo israelí y a la defensa del judaísmo. Como en hebreo su nombre quiere decir "el que ha sido dado por Dios", la explicación fue para muchos rabinos ultraortodoxos una afrenta imperdonable.

El debú de Netanyahu en la política israelí se produjo hace tan sólo ocho años, poco después de que renunciara a su cargo de embajador ante las Naciones Unidas para regresar a Israel y presentarse como candidato parlamentario por el Likud.

Fue el primer paso en su exitosa cruzada para arrebatar de las manos de Isaac Shamir el timón del partido y neutralizar a sus principales rivales de entonces, David Levy y Ariel Sharon, hoy sus aliados mas firmes.

Cuando el primer ministro Isaac Rabin fue asesinado por un judío ultraderechista en noviembre pasado, la carrera política de Netanyahu parecía acabada. Leah Rabin, la viuda del líder laborista, le acusó de fomentar la violencia. Ello, dijo, creó el clima para el magnicidio de uno de los principales promotores del proceso de paz en Oriente Próximo. La acusación, curiosamente, no tuvo efecto. Bibi, eso sí, prohibió que se respondiera mal a la viuda e implantó un celoso mecanismo de control para que no se cometiera un solo desliz. En eso volvió a demostrar que es capaz de imponer la disciplina en sus filas, una virtud de la que a menudo se ufana evocando sus días de capitán en una unidad especial M ejército en la que militó su hermano Yoni hasta su muerte en la dramática operación de rescate de rehenes judíos en Entebbe (Uganda) en 1976.

"No perdáis la esperanza. El pueblo está con nosotros", proclamó agitando el puño cuando la noche del miércoles apareció ante sus partidarios en Tel Aviv para levantarles los ánimos mientras los laboristas -guiados por los primeros sondeos- cantaban prematura y erróneamente la victoria de Peres. Netanyahu, y ahí se vio al soldado, no dio en ningún momento la voz de alarma y se replegó a estudiar sus opciones, pero demostrando, en cada ademán y en todo momento, seguridad. "Vamos a ganar. El voto judío va a ser respetado", dijo en esa misma ocasión. A juzgar por los resultados divulgados ayer, la mayoría de los israelíes, por estrecho que sea el margen, le cree.

Una de las tácticas de Netanyahu para sobrellevar la campaña de ridiculización emprendida por los laboristas en estas elecciones ha sido la de ignorar olímpicamente a sus detractores más ácidos. Un programa de televisión le presentó en el papel de un prisionero que era interrogado bajo tortura. "¿Cuáles son sus políticas?", pregunta el verdugo. "Paz y seguridad" y "!Peres dividirá Jerusalén!", responde Bibi como un loro una y otra vez, pero finalmente confiesa que no tiene ninguna política y rompe en un llanto histérico. La intención de los libretistas resultaba obvia: bajo presión, Netanyahu puede admitir la falta de un programa político concreto del Likud.

Ehud Barak, el ex jefe del Ejército que desempeña la cartera de Exteriores en el Gabinete saliente, cuestionó la capacidad de Netanyahu para adoptar decisiones en momentos críticos. "Conozco a Bibi", dijo con un guiño que otorgaba amplia licencia para la imaginación. "Estuvo bajo mi mando y sé como reacciona en momentos dificiles", agregó sugiriendo que Netanyahu no era, ni siquiera remotamente, el héroe que la maquina ria propagandística del Likud resentaba. Potencialmente dañina como fue esa sugerencia, Netanyahu, no reaccionó directa mente, pero quizás estaba dirigido a Barak el comentario que más tarde haría por televisión, cuando otra vez sacó a relucir sus galones de capitán. "Sé lo que es tomar decisiones rápidas y acertadas porque me ha tocado hacer exactamente eso en momentos de vida o muerte y detrás de líneas enemigas".

A pesar de su tendencia a la megalomanía tras tan largo y exitoso romance con las cámaras de televisión, "jamás ha revelado muchos de los detalles de sus actividades como comando del cuerpo de élite y en las que se ganó la admiración de muchos militares", dice un amigo. "Cierto, no puede comparar su experiencia como político con la experiencia de Peres, pero al menos puede afirmar que no tiene fama de perdedor empedernido", agregó.

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