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Marina cree imposible comprender sin sentir

José Antonio Marina acaba de publicar El laberinto sentimental (Anagrama), un libro destinado a demostrar que los sentimientos son una forma de inteligencia y por tanto empeñado en corregir el que el autor considera el más grave error de la civilización occidental: la asimilación excluyente de la inteligencia a la razón. "La razón no es creadora", dijo ayer Marina poco antes de la presentación de El laberinto..., "la razón sólo verifica". Su desconfianza ante la razón y la Ilustración y el hecho de que algunos de los ejes temáticos de sus libros recurran siempre a la última novedad en librería del pensamiento occidental -la llamada inteligencia emocional ha sido en Estados Unidos un muy reciente best-seller científicos- han divulgado dos ideas en torno a Marina: que es un pensador de derechas y que piensa por cuenta ajena."¿Por cuenta ajena? Estoy dispuesto a demostrar ante quien sea que voy por delante de mi tiempo, por delante de lo que se está haciendo. Tengo abiertas muchas líneas de investigación y mi objetivo es hacer una síntesis de todas ellas. Mi objetivo es saber hacia dónde va el dato, las cosas, pero también describir hacia dónde deben ir, según mi criterio". ¿La Ilustración? Marina se ve como un paradójico prolongador del proyecto. Ciertamente, su voluntad de realizar una síntesis global le aleja de la fragmentación posmoderna. "Desde luego, yo estoy por el retorno del gran discurso, pero incorporando la evidencia de que el hombre empieza a conocer de un modo afectivo, sentimental. Kant explicó muy bien lo que era el deber, pero no sabía qué hacer con el mundo afectivo. Al menos, el Kant más conocido y paradigmático. No, desde luego, el Kant crepuscular, que en su Crítica del juicio habla de la experiencia estética en unos términos racionalmente fallidos".

Un diccionario

Cuando Marina -y un ayudante muy bravo que tiene- se puso en el asunto, su intención era hacer un diccionario castellano de los sentimientos. A la hora de redactarlo empezó por el prólogo y pronto vio que llegaba a las 300 páginas. Ha publicado el prólogo y en unos meses estará dispuesto el diccionario. El diccionario se escribe a partir de un convencimiento: contra la opinión general, Marina sostiene que casi nadie sabe lo que es un sentimiento. Y evoca a Sartre, La náusea, como argumento final de autoridad: "Hay un pasaje magnífico en que el protagonista explica que no deja de pensar en una muchacha. En ese momento, la muchacha llega y se sienta a su lado. Entonces él comienza a no estar bien. Uno le pone nombre a lo que siente con demasiada facilidad. Y, por ejemplo, cuando uno ama y odia al mismo tiempo, en vez de limitarse a describir lo que siente, uno dice que ama y que odia a la vez, cosa imposible. El sentimiento es un mensaje cifrado. No es fácil desentrañarlo".

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