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Un líder conciliador

Si la antigua República Yugoslava de Macedonia existe como país independiente y ha conseguido escapar a la mortífera espiral de Bosnia y Croacia se debe en gran parte al talante conciliador de Kiro Gligorov, un ex apparatchik comunista educado en la época de Tito. A pesar de su edad y de ser un claro representante de la nomenklatura, Gligorov se las ha ingeniado desde su elección en 1991 para mantener en Macedonia el equilibrio. No fue triunfo menor conseguir que Macedonia fuera la única república que se separó de Yugoslavia sin conflicto armado.Corría noviembre de 1992. Desde entonces y hasta que un contingente simbólico de la ONU desembarcara en Skopje, este pequeño país enterrado en el corazón de la península balcánica ha vivido virtualmente indefenso. La misma existencia de Macedonia -su nombre oficial, pendiente una disputa con Grecia, es todavía Antigua República Yugoslava de Macedonia, una extensión poco mayor que Badajoz habitada por dos millones de personas en una mezcla étnica explosiva- ha estado y está amenazada por los cuatro puntos cardinales. El ejército de Slobodan Milosevic, en el norte, se entretenía hasta el año pasado en intimidar a sus vecinos sureños, a los que considera una parte de Serbia. Grecia, en el sur, acusa a los macedonios de haber usurpado tras su independencia el nombre, la historia y los símbolos griegos. Durante 18 meses, Atenas ha mantenido cerradas sus fronteras a las exportaciones de Skopje. Bulgaria, por el este, les considera unos meros búlgaros occidentalizados que hablan un dialecto de su lengua. Albania, finalmente, patronea desde el oeste al medio millón de albaneses que viven en Macedonia y sueñan con morder un trozo de la nueva nación para convertirlo en un apéndice de Tirana.

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