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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Dos hermanas

EL SOLEMNE llamamiento del presidente francés, Jacques Chirac, el miércoles ante el Parlamento de Westminster, para que el Reino Unido se integre plenamente en el proyecto europeo, y en particular en la moneda única, está cargado de sinceridad y de intenciones. París sabe que cuanto más se comprometa Londres en la integración europea, mejor será la posición francesa y su capacidad de influencia en la nueva Europa. Ahora bien, y por si algún euroescéptico británico lo dudaba, Chirac dejó también sentado que si la relación entre ambas capitales resulta importante, no puede reforzarse a costa de un debilitamiento del eje París-Borin, esencial para la construcción europea.La relación franco-alemana ha pasado momentos difíciles, especialmente a raíz del anuncio francés de profesionalizar totalmente su Ejército, decisión enmarcada en tinas intenciones francesas de mayor activismo -político y militar- internacional. Parte de! estos recelos se superaron la semana pasada en un nuevo encuentro entre Chirac y Helmut Kohl, quienes anunciaron que se reunirían cada seis semanas para repasar, entre otras cosas, los asuntos de defensa.

Pero Europa no se puede construir ya sobre un solo eje, y hoy hay muchas más razones que unen a Chirac y Major que las que los separan. Entre ellas, la voluntad compartida de preservar su rango como miembros per manentes del Consejo de Seguridad de la ONU, la estrecha colaboración en la antigua Yugoslavia, Ias discretas consultas sobre el armamento nuclear y el apoyo prestado por Londres a las pruebas atómicas francesas y la paulatina normalización de la participación de Francia en la OTAN, entre otros factores.

La moneda única es hoy el gran proyecto europeo. Kohl lo recordó el miércoles ante el pleno de la Comisión Europea por si surgían dudas a la vista de la marcha de las economías europeas. Chirac es ahora un convencido de esta política, marcando una línea de continuidad con su predecesor. Pero Francia viviría incómoda en una Unión Monetaria en soledad con Alemania y los países de la zona marco, de no contar con contrapesos como el británico, y también el español, a la espera de una Italia en recuperación. De ahí su llamamiento.

Puede caer en saco roto. Sería una ingenuidad esperar que con un cambio de partido en el Gobierno de Londres variará radicalmente la política europea británica. El líder laborista, Tony Blair, puede ser un europeísta convencido. Pero, además, tendrá que resultar convincente ante sus electores. El euroescepticismo, políticamente dramático para el Partido Conservador, también atraviesa, aunque en menor medida, las filas del laborismo y, en general, de toda la sociedad británica.

El Reino Unido, sin embargo, debe comprender que pesará más en Europa en la medida en que se comprometa más con el proyecto europeo. Su rechazo de entrada -aunque se espera que cambie si el tren se pone finalmente en marcha- de la moneda única le resta influencia. Como le resta peso a España hablar, a estas alturas, de "parar el reloj" de la Unión Monetaria.

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