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Tres aciertos y una interrogrante

Emilio Lamo de Espinosa

José María Aznar, y ésa es quizás su priricipal virtud, es hombre de tesón y tenacidad más que de gestos o de esgrima. Sus mejores reacciones son secundarias, reflexivas y meditadas.Cuando improvisa pierde seriedad y no siempre gana simpatía. Debe temer su espontaneidad y confiar, por el contrario, en llevar siempre los deberes bien hechos. Por ello quizás le costó reaccionar a la escueta victoria del día 3 de marzo que le dejaba arrinconado y sin casi capacidad de maniobra. En esta misma columna señalaba entonces que su nada fácil tarea era la de transformar en virtud política la necesidad de pacto que le imponían los electores. Contaba para ello con grandes dificultades, pues si algo caracterizó su aproximación a los nacionalismos catalán o vasco era la incomprensión. Pues bien, su primer acierto fue dar tiempo al tiempo, y saber aguantar los desplantes a que ha, sido sometido por CiU. Si es hombre secundario -como parece ser-, no será fácil que olvide el calvario de desatenciones sufridas estos dos meses de interinidad, soportados con estoicismo. Cierto que le iba en ello su futuro político: sólo alcanzar el poder aseguraba que el recelo de jubilados o desempleados desaparecería, al igual que la inquina de los medios de comunicación públicos. Llegar al poder es siempre la mejor garantía de continuar en él.

El segundo acierto es el pacto mismo. Pues más allá de declaraciones retóricas, allí donde hay contenido, éste dista de ser exagerado, y ni la cesión del 30% del IRPF, de las costas o los puertos, ni la eliminación de los gobernadores civiles, ni el traspaso del tráfico a policías autonómas son temas que afectan sustancialmente al Estado de las autonomías o a la solidaridad interregional. Tan poco el; lo conseguido por CiU que cabe sospechar, bien que su victoria es simbólica, bien que hay pactos desconocidos. Si los hay, el tiempo dirá si se cumplen, pues los pactos secretos son poco más -son algo menos- que acuerdos de caballeros. De modo que, al final, CiU se ha llevado más el fuero que el huevo y ha pagado con la investidura el reconocimiento de su legitimidad política.

No es poco, desde luego, y éste es el tercer acierto. Pues la tenacidad suele ir acompañada de testarudez. Por el contrario, el pragmatismo demostrado por el PP al alcanzar un acuerdo con catalanes, vascos y canarios, engullendo sin pestañear todas sus declaraciones previas es, ciertamente, hacer virtuosismo de la necesidad. No sólo porque va más allá de lo necesario, sino porque transforma un mero acuerdo de investidura en un suceso de consecuencias históricas: por vez primera en la historia reciente la derecha española se reconcilia con las derechas nacionalistas. Ello abre todo un abanico de muy relevantes posibilidades futuras, pues si la legislatura se desarrollara a gusto de unos y otros el pacto electoral a la CEDA no es descartable, y con ello el centro-derecha sería casi imbatible en las urnas.

Tras tanto acierto, la formación del Gabinete deja, sin embargo, serias interrogantes abiertas, pues, más allá de la personalidad de los nombrados y de la agradable sorpresa del "consensuado" Ministerio de Defensa, la precipitada vorágine de supresión de altos cargos y rediseño de competencias impide calibrar aún el peso político respectivo de unos y otros. En todo caso, el margen de maniobra del PP es escaso en temas económicos o de política exterior, ámbitos" donde las cartas están echadas y se discute el cómo y no el qué. Por el contrario, en política interior, libertades públicas y justicia, o en educación y cultura su margen de maniobra es muy superior. A los políticos hay que juzgarles por sus hechos y no por sus palabras, de modo que deberemos esperar a que actúen. Ello, unido al renacer del ruido de togas y al realineamiento de los medios de comunicación, hace prever un escenario político no tan sosegado. Las vacaciones abiertas por las urnas el día 3 se han acabado. Ya hay jefes y el hormiguero se apresta a devorarlos.

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