Sin mitos
Desde la admiración que me merece el artículo del profesor Paolo Flores d'Arcais por el notable logro que supone hacer inteligible el panorama "político-esquizofrénico" italiano, considero importante detenerme en un tema discutible de su preclaro análisis. La ausencia de Antonio Di Prieto -tan lamentable según el autor- me sugiere en cambio a mí el único rasgo de sensatez del caos político en el vecino país.Fui testigo de la orfandad que embargó a los italianos cuando Antonio Di Pietro abandonó, hace ya un año largo, el pool de Mani Pulite. Ahora bien, reconocer la valía de este hombre en su actuación en la fiscalía de, Milán no implica, considerarlo el nuevo salvador de la patria, que no es de éstos, que andan faltos los italianos e italianas.
El autor remarca la importancia de que los principios básicos de un Estado democrático de derecho, entre ellos el de separación de poderes, se asuman en Italia como un substrato común para todas las fuerzas del arco político. Es esta necesaria división la que desaconseja, si bien no impide, mezclar a un ex miembro de la magistratura en las turbulencias políticas de un Estado en crisis. No consigo advertir el lado positivo de añadir más confusión al desorden, es decir, el hecho de que a los italianos les habría gustado (hipotéticamente), depositar su confianza en Di Pietro no indica que esto hubiese sido bueno para la democracia italiana. A todos los pueblos del mundo les gustaría ser gobernados por un híbrido entre Superman y Salomón.
Sin embargo, no se puede abdicar en democracia, los ciudadanos no pueden renunciar, tienen que hacer política cuando votan y no un acto de fe; porque ya sabemos cuán peligrosas son las confianzas ciegas y personalistas. La única posibilidad es regenerar la vida política, no travestirla o barrerla, del mapa, porque en realidad es el modo más transparente de gobernar y de gobernador, sin intocables, sin salvadores y sin mitos (ni televisivos ni togados).-
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