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La mutilación genital femenina puede ser motivo de asilo político en EE UU

La ablación es usual en África, Asia y entre inmigrantes en Europa

Antonio Caño

El miedo a la mutilación genital femenina, una práctica frecuente en más de 20 países de África y Asia, podría ser considerado a partir de ahora razón suficiente para obtener asilo político en Estados Unidos. Esta medida, que ha sido solicitada por la agencia oficial norteamericana que atiende los casos de inmigración, extendería el concepto tradicional del asilo y podría atraer hacia este país a millones de mujeres que actualmente son objeto de una operación en la que se les extirpa parte del clítoris y, a veces, se les cose la vagina.

El Servicio de Inmigración y Naturalización (INS) de EE UU defenderá ese cambio de política judicial en audiencia el próximo 2 de mayo. La fiscal general, Janet Reno, sostiene que, para poder acogerse al estatuto de refugiadas políticas, las mujeres deben negarse explícitamente a la ablación. "Debe existir un miedo razonable de persecución", afirma.La polémica ha surgido por el caso de Fauziya Kasinga, una mujer africana que el pasado miércoles fue puesta en libertad tras más de un año en prisión a la espera de una decisión sobre su solicitud de asilo.

Kasinga, de 19 años, huyó de su país situado en el África Occidental, Togo, en 1994, por miedo a ser víctima de castración. La joven pertenece a una tribu, tchamba kunsuntu, donde la ablación se práctica comúnmente a petición del marido.

Según dijo, decidió huir cuando supo que iba a ser obligada a casarse con un hombre mucho mayor, que había pedido a la familia de Kasinga que fuera sometida a ablación tras la boda. Kasinga y sus cuatro hermanas habían sido protegidas hasta entonces de ese rito por su padre, que se oponía a la tradición. Pero el padre murió, y las muchachas quedaron bajo la custodia de una tía, que fue la que hizo el trato con el pretendiente de Kasinga.

La joven llegó a Estados Unidos con un pasaporte británico falso, y fue inmediatamente encarcelada. El juez consideró su historia poco verosímil y, en todo caso, fuera de los requisitos para obtener el asilo político. Las leyes de asilo de Estados Unidos se aplican a quienes sufran persecución por raza, religión, nacionalidad, posiciones políticas o pertenencia a un grupo social.

Sin embargo el caso de Kasinga mereció la atención de la comunidad Bahai de Washington, que utilizó sus abogados. El asunto alcanzó relieve nacional gracias a un reportaje publicado hace dos semanas por el diario The New York Times sobre los malos tratos de los que Kasinga era objeto en prisión.

El Servicio de Inmigración y Naturalización (INS) pidió entonces la liberación de Kasinga con el argumento de que la mutilación genital de la que huía debía ser considerada un peligro suficiente como para ser admitida en Estados Unidos.

"La castración femenina repugna a la conciencia. Es una agresión corporal que se convierte en extremadamente grave cuando se practica con la crudeza y bajo las pésimas condiciones sanitarias en que se hace habitualmente", ha escrito David Martin, consejero general del INS.

La suerte final de Kasinga debe ser decidida por un juez en las audiencias que comienzan el próximo día 2 en un pueblo de Virginia próximo a Washington. Pero el INS pretende aprovechar este caso para sentar que el maltrato a las mujeres, justificado por razones culturales o religiosas, sea considerado una forma de tortura. Otros grupos consideran, por el contrario, que esa política supone una intromisión inaceptable en las tradiciones de otros pueblo+s.

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