La novia de la revolución está en Gaza
Leila Jaled, secuestradora de aviones en los sesenta, lucha hoy por Palestina a plena luz
"Los periodistas me tenéis secuestrada". Viniendo de una profesional del tema es casi un cumplido. A Leila Jaled no le falta humor. Es difícil adivinar en esta respetable matrona a la guerrillera palestina que encandiló a los revolucionarios en potencia de los setenta. Leila Jaled saltó a la fama, Kalásninikov en mano, en 1969, al secuestrar un avión de la TWA rumbo a Tel Aviv y luego volarlo, sin sus pasajeros, en Damasco.Hoy prefiere no hablar de ello, aunque sin llegar a los extremos de Abu Abbas, que hace unos días reconoció que fue un error el secuestro en 1985 del transatlántico Achille Lauro y el asesinato durante el mismo del judío norteamericano paralítico León Klinghoffer.
Ahora tiene los amables modales de una cincuentona bien conservada, elegante incluso con su conjunto azul marino. Estos días está en Gaza, por primera vez en su vida, con un permiso especial del Estado israelí que juró destruir, para asistir a la histórica reunión del Consejo Nacional Palestino (CNP). A petición de Yasir Arafat, este Parlamento de la OLP en el exilio abolió el miércoles los artículos de su Carta (Constitución) referidos a la eliminación de Israel.
Leila está encantada con el trajín informativo que provoca. Todavía le queda un aura de ministerio y lo sabe. Hacia ella convergen las miradas de todos los clientes en el restaurante del hotel Adam, en la playa de Gaza, donde almorzó antes de la sesión del Consejo. Al menos por unos días ha salido del anonimato de su vida en Ammán. Con su aspecto, podría hablar de trapos o niños, pero no; tiene la verborrea política de los iniciados.
"No estoy a favor de la emienda de la Carta. Lo que está pasando aquí no es paz, es un arreglo político que satisface los intereses de Israel y no nos da nada". Leila está indignada porque Arafat no ha recibido a la delegación del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), del que ella es miembro, una facción de la OLP opuesta a los acuerdos de Oslo.
Decidió no asistir a la sesión inaugural del CNP y se quedó en la cafetería saludando a viejos compañeros de armas. Una actitud que ilustra bien las dudas de la delegación: participar es reconocer el proceso de paz; boicotear es quedarse fuera de juego. Un dilema que Arafat sabe explotar a la perfección.
A Leila Jaled le pasa lo que a muchas figuras históricas de la OLP. Tras tantos años de silencio y exilio, se han quedado un poco anticuadas. No han mudado de guerrilleros a políticos, como lo logró Arafat. Forria parte de lo que el ultrapragmático Nabil Shaath, interlocutor de los israelíes, calificaba sin reparos de "oposición romántica".
Ella confiesa su desconcierto ante lo complejo de la situación: "Después de cruzar la frontera con Jordania iba preguntando qué territorios eran los nuestros, y nadie se ponía de acuerdo. Por lo visto, las calles son israelíes, pero los pueblos son palestinos. Es como una pintura abstracta: no hay quien la entienda".
No ha renegado completamente de su pasado. "Seguimos bajo ocupación y tenemos derecho a la lucha armada" De su violento historial le queda la piel tersa de las dos operaciones de cirugía estética que sufrió: una para cambiarle la cara, antes del secuestro fallido de un avión israelí en 1970, y otra para borrar la forma de sus profundos ojos negros, que la hicieron famosa.
Leila también encarna la nostalgia de los refugiados palestinos, los grandes olvidados del proceso de paz, que apenas si tienen remotas posibilidades de volver a su tierra. "Llamé a mi marido después de llegar, le dije que estaba como en un sueño; mi hijo de 11 años me preguntó si ya tenía el carné de identidad palestino y me pidió que viniera a buscarle". A la novia de la revolución, el sex symbol de los guerrilleros, le ha salido la vena maternal.
La familia de Leila, originaria de Haifa, se refugió en Líbano en 1948. Tenía cuatro años. Ahora quiere quedarse, seguramente en Kalkilia, uno de los sietes enclaves palestinos en Cisjordania, pero antes debe conseguir permisos para el resto de su familia, su marido, médico, y sus dos hijos, que, viven en Ammán. Piensa seguir dedicándose a la política, a sus obras sociales en favor de las mujeres y... "a otras cosas; lo dejo a vuestra imaginación", sonríe misteriosamente.
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