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Calma para el agua

En los próximos decenios habrá que ampliar nuestra forma de relacionamos con el agua. Vamos a necesitar mucha más información, creatividad, sosiego, justicia y hasta solidaridad que sumar a la gestión de la primera materia prima de todo lo que vive. Porque ahora mismo el agua empieza a ser también botín, causa de demagogias y de conflictos, tal vez graves. Y todo porque olvidamos que la tensión por el agua resulta superable si se aplica la comprensión que el mismo ciclo hidrológico sugiere. Modelo que excluye el acaparamiento excesivo tan a menudo sacralizado por la falta de planificación y de visión global. Porque en países como el nuestro sólo hay poca agua si se aplica la muy estrecha mentalidad de aumentar ilimitadamente la demanda en cualquier rincón. Por eso masificamos las reservas, codiciamos lo fluyente, anegamos los mejores paisajes y, paralelamente, nos entregamos al derroche. Política a superar por manifiestamente mejorable.Tenemos el récord mundial de porcentaje de territorio inundado por los embalses construidos. Esto además de haber sacrificado paisajes, pueblos, cultivos, al menos tan valiosos como el agua que ahora pesa sobre ellos, implica enormes pérdidas por evaporación y filtración. Resulta ilustradora la comparación con el país que más regadíos y embalses tiene en el mundo. Porque ganamos incluso a China, que tiene más de100.000 presas, muy pequeñas, claro, frente a las 1.100 nuestras. Somos el primer país más gastador de agua del mundo, cuando ocupamos el lugar intermedio en cuanto a disponibilidad del crucial elemento.

Detenemos ya más del 50% de lo fluyente por la cada día más seca piel de los paisajes hispanos, con lo que podríamos contentarnos. Y depuramos poco más que ese porcentaje. Al tiempo que nos obcecamos en necesitar más agua y debatimos con escaso acierto y nulo consenso sobre cuánta, cómo, dónde obtenerla y adónde llevarla.

Pero sobre todo se nos está colando la agresividad y a ésa hay que darle menos oportunidades aún que a la todavía incontrolada pasión por inaugurar pantanos que precipita los proyectos hasta convertirlos Incluso en ilegales, algunos, en inviables económicamente, otros, y ambientalmente improcedentes la mayoría de los pretendidos en el futuro.

Pero vayamos al caso más activo del presente. Aunque se ha equivocado en varios de los aspectos técnicos, ambientales y hasta legales de lo relacionado con ltoiz, ha dado una lección de oportuna cordura al ser el testimonio más claro en lo relacionado con el sabotaje a lo que no debería haber comenzado a construirse. Cabe incluso el agradecimiento público al ministro Borrell, con el que tantas falsedades nos desencuentran, por sus declaraciones en las que los planteamientos de los violentos son claramente identificados tan sólo como tales. Y por supuesto del todo alejados del movimiento ecologista, por mucho que en éste sea un clamor la oposición al embalse. Tan desoído. Resulta triste que sí se hayan escuchado algunas flagrantes torpezas de quienes lo están haciendo muy bien. La coordinadora de ltoiz cambia nada menos que la condena por la admiración hacia los saboteadores. Afortunadamente, no hay demasiadas dudas sobre la íntima, entrañada, completa imbricación del ecologismo con el pacifismo más entero y activo. En las respuestas no violentas que casi invariablemente se han dado en la desigual contienda entre el desarrollismo y la conservación reversible del entorno natural, se incluye el total respeto a la propiedad ajena, a los bienes de empresa y particulares y más aún a los medios con los que los trabajadores de cualquier sector se ganan la vida. También está ya lejos la incompatibilidad entre respeto al derredor y sindicalismo. Una correcta gestión del agua, surreal y generalizada depuración, ahorro y el buen estado de mantenimiento de las redes de suministro sólo en Navarra proporcionarían muchos cientos de empleos más que la construcción de varios embalses, y resultarían literalmente fijos y no temporales.

El uso de la violencia, es más, hace cambiar a sus ejecutores automáticamente de lado. Han hecho más por la innecesaria construcción de Itoiz los saboteadores que el mismísimo señor Borrell.

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