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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La arriesgada apuesta israelí

LA ESCALADA militar israelí contra Líbano, inicialmente una operación de represalia contra el grupo radical islámico Hezbolá por sus ataques artilleros contra ciudades del norte de Israel, amenaza con acabar definitivamente con el proceso de paz en la región. Los interminables bombardeos sobre poblaciones libanesas, ataques aéreos contra Tiro, Sidón y Beirut y el bloqueo naval de sus puertos demuestran que el Gobierno de Simón Peres ha decidido hacer -a pocas semanas de las elecciones- una apuesta muy alta y extremadamente peligrosa.Si sus operaciones iniciales tenían como objetivo instalaciones de Hezbolá, en los últimos días parece claro que la intención de los bombardeos es provocar un éxodo masivo del sur de Líbano. Ya se cuenta por cientos de miles el número de civiles que huyen en caos hacia el norte. Israel intenta así ejercer máxima presión sobre el Gobierno de Beirut y su auténtico jefe, que no es otro que el presidente sirio, Asad, a quien considera último responsable de la libertad con la que Hezbolá opera desde Líbano contra objetivos israelíes. La llamada franja de seguridad en el sur de Líbano, que Israel mantiene ocupada, ha demostrado no ser digna de tal denominación, y la nueva operación militar intenta conseguir que sean los libaneses, su población, su Gobierno y el régimen sirio quienes se convenzan de que el coste de tolerar o auspiciar las actividades de Hezbolá es demasiado alto.

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Pero es extremadamente cuestionable que las cuentas del Gobierno israelí acaben cuadrando. Unos ataques que provocan la muerte de civiles y el éxodo de sus hogares de centenares de miles de habitantes parecen mucho más apropiados para generar nuevos odios, militancias suicidas y posturas irreconciliables. En Líbano, pero no sólo allí.

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Los enemigos de un proceso de paz y reconciliación con Israel capitalizarán con facilidad en favor de sus argumentos esta operación militar. Los cohetes Katiushas de Hezbolá no han dejado de caer en objetivos israelíes. Y los militantes del fanatismo islámico se preparan de nuevo para ataques suicidas contra Israel allá donde les sea posible. Las embajadas israelíes en todo el mundo se hallan ya en situación de máxima alerta en previsión de atentados.

Israel había apostado en su día, sin proclamarlo oficialmente, por que los avances en un diálogo con Siria acabarían provocando también el fin de la tolerancia del Gobierno de Líbano con los grupos radicales islámicos que actúan en su territorio. Pero el diálogo con Siria, clave para la paz en la región, no avanzaba en la práctica pese: a los éxitos de la negociación con vistas al establecimiento de relaciones de Israel con otros países árabes.

Los terribles atentados de las últimas semanas en Israel, la indignación que produjeron y la cercanía de las elecciones han llevado a las autoridades israelíes a cambiar su estrategia de lucha contra el terrorismo. Puede que haya sido un trágico error que puede arrastrar de nuevo a toda la región a la inestabilidad crónica. Por eso urge el fin de la ofensiva israelí y una presión generalizada sobre Siria para que la entrevista entre Asad y Peres se celebre cuanto antes. Porque los actuales acontecimientos reavivan la terrible impresión de que Israel está ayudando al enemigo, y éste, Hezbolá, está finalmente mucho más cerca de su objetivo de acabar con el proceso de paz y con la esperanza de la inmensa mayoría de la población de los países de esta maltratada región.

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