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Truco, haberlo, haylo

Nadie quiere llamarse Democracia Cristiana, pero todos la buscan para incorporarla a sus filas

ENVIADO ESPECIALNadie se quiere llamar Democracia Cristiana (DC) en Italia. Pero todos la buscan para alinearla en sus filas. Con la explosión del partido fundador de la I República a comienzos de los noventa, el país se ha quedado sin un solo grupo que lleve directamente esas siglas y con un montón de partidillos que se consideran sucesores de los padres de la patria. Pero, sobre todo, se produce hoy la caza de democristianos para todas las coaliciones. Si la DC ya no vale, los DC son la mejor recomendación ante el electorado.

El Polo de la Libertad, que lidera Silvio Berlusconi, se ha atraído a dos de estas formaciones sucedáneas: el Centro Cristiano Democrático de Pier Ferdinando Casini y el Centro Democrático Unido de Rocco Buttiglione. Ninguno de los dos llegará fácilmente al 4% que se exige para morder escaños en el proporcional, pero varias docenas de sus candidatos pasarán en el mayoritario, ahí donde los demás aspirantes del Polo (Forza Italia y Alianza Nacional) les dejen vía libre para que se las vean a solas con el centro-izquierda. Pero su interés no reside sólo en lo que sumen, sino en lo que decoren; Casini y Buttiglione dan ideología y cada vez que un obispo dice que la Iglesia permanece neutral, el divorciado Berlusconi, se hace la ilusión de que un guiño resplandece en los rostros de sus democristianos.

El líder del Polo, inquieto y a la defensiva, ha reclamado repetidamente el voto católico y no le hace ascos a andreottianos en sui partido, como el itinerante Publio Fiori, antiguo fascista pasado a la facción de Giulio Andreotti en la DC, y vuelto al posfascismo cuando el partido de Gianfranco Fini se rebautizó en 1994 de Alianza Nacional en pleno éxtasis democrático.

Pero el Olivo, la coalición de centro-izquierda, es la que más se ha sumergido en la antigua DC, pese: a que el divino Giulio está procesado por varios delitos, entre ellos la inducción al asesinato de un periodista.

Hay en el Olivo dos formaciones llamadas de centro, que flanquean al PDS de D'Alema, cepa esencial de esta masa arbórea: el Partido Popular Italiano, que dirige Antonio Maccanico, y la Renovación Italiana, de Lamberto Dini, jefe de Gobierno hoy en funciones, y ambos directamente vinculados a los restos del naufragio de la Democracia Cristiana y al propio Andreotti. La operación más completa es, sin embargo, el nombramiento de otro democristiano, hombre de universidad, probo funcionario, en reserva para la hecatombe, que ha emergido en los dos últimos años como líder general del Olivo. Romano Prodi, sin partido propio, ¿qué aporta a la coalición?: El ser un hombre nuevo del tiempo antiguo.

Y todo esto es así porque si la DC ya no es necesaria, ahora que ya no hay marxismo de Estado en Europa toda la clase política italiana, hoy y durante unos cuantos años, habrá estado formada por contra y a través de la Democracia Cristiana. En último término, por ello, Forza Italia fue un intento de crear una Democracia Cristiana laica, sociológicamente estirada hacia las clases menos que medias, y económicamente entregada al consumismo de lo virtual; es decir, aquella que obtiene toda su información a través de las cadenas televisivas, campo en el que Berlusconi reina sin clemencia.

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Fuera de la impregnación directa de la antigua DC sólo quedan dos partidos: Alianza Nacional, que es la derecha de antes de que hubiera que hacer coaliciones anticomunistas con el centro, y el PDS, ex comunista. Pero, por eso mismo, no pueden ir solos a los comicios. Fini necesita figuras más blandas a su lado, como el fotogénico Casini y el poltrón Buttiglione. Aunque el líder posfascista se derrama en gentilezas democráticas para con sus rivales, basta con mirar a su alrededor para temblar: "Está rodeado de ex fascistas mediocres y rencorosos, nacidos en el gueto de la burocracia misina", como dice el analista Giorgio Bocca. Y D'Alema, por su parte, se ha parapetado tras ese mastín jovial que parece Prodi para ni siquiera insinuar que un ex comunista pueda ser jefe de Gobierno en Italia.

Ni Prodi ni Dini, ni ninguno de los alféreces de la DC que hoy militan en el Polo, irá jamás una mala palabra de Andreotti, al que le pueden caer todos los años del mundo por sus pecados civiles. Pero ninguno de los partidos italianos reciclados, reinventados o recuperados podría existir sin lo que queda de la Democracia Cristiana.

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