La otra fiesta
Salieron novillos con mucho más trapío, casta y entereza que los toros habituales en las plazas donde hay figuras. No es que fueran toros; eran novillos, tal cual manda la fiesta verdadera. En la otra, la que ahora quieren autorregular unos taurinos confederados, sacan novillos como si fueran toros, y están mochos y ruedan por la arena y las figuras se ponen muy farrucas con ellos y cortan orejas y sus revisteros áulicos les narran las fazañas con aires de cantar de gesta.Tal cual ha venido sucediendo toda la vida en la fiesta verdadera, unos novilleros con ilusiones y corazón se enfrentaron a los novillos íntegros y encastados de Peñajara, dieron la medida de sus posibilidades, la afición les agradeció la generosa entrega y tomó nota de quiénes ponían torería en el empeño. Y la puntuación resultó alta para el debutante Raúl Blázquez, notable para Francisco José Porras, aprobadillo pelado para Eugenio de Mora. Francisco José Porras recibió a su primero en el platillo por largas cambiadas e inició la faena al cuarto de rodillas en el mismo lugar con unos temerarios afarolados. Se ve que el platillo era su estrado para explicar cuántas ganas tiene de ser torero. Intervino también en quites, doblemente por chicuelinas y navarras. Y convenció toreando de muleta. Sin acabar de dominar al primero de la tarde, cuya brusquedad dificultabas las suertes; dando distancia y embebiendo la encastada nobleza del cuarto en tres series de redondos largos y hondos que causaron sensación.
Peñajara/ Porras, Mora, Blázquez
Novillos de Peñajara (uno devuelto por inválido), con trapío y encastados. 6º sobrero de Alejandro Vázquez, bien presentado, descastado.Francisco José Porras: estocada ladeada (ovación y salida al tercio); pinchazo hondo, media baja -aviso- y dos descabellos (ovación y salida al tercio). Eugenio de Mora: metisaca tendido, estocada corta -aviso- y dobla el novillo (algunas palmas); dos pinchazos, metisaca tendido, dos pinchazos -aviso- y estocada trasera (silencio). Raúl Blázquez, de Valencia, nuevo en esta plaza: pinchazo y estocada trasera (aplausos y también pitos cuando saluda); estocada baja (ovación y salida al tercio). Plaza de Las Ventas, 14 de abril. Más de media entrada.
Eugenio de Mora redujo la tendencia huidiza del segundo a base de ligarle los pases muy meritoriamente, aunque luego no los templaba, y no se acopló con el quinto, cuya nobleza desaprovechó en una larga y desentonada faena.
Raúl Blázquez salió a por todas. Valentísimo, instrumentó unos impresionantes estatuarios al tercer novillo, sin enmendarse ni aún cuando la embestida le venía vencida. Y si después la faena de muleta transcurrió desligada, retó al sexto, un descastado sobrero que embestía recto o torcido según le diera la gana y aguantó como un jabato sus descompuestas arrancadas. Así vinieron a Madrid los novilleros toda la vida de Dios.
Así fue siempre la fiesta, la que crearon con clarividencia sombrosa unos padres de la tauromaquia -toreros y ganaderos, empresarios también- y defendieron paladinamente los valores fundamentales del toreo.
Ahora unos taurinos quieren enviar todo eso al cuerno, suprimir reglamentos, autorregularse. Exigen salir del control del Ministerio del Interior para entrar en el de los Lozano, los Chopera y los cabecillas de la Unión de Criadores. No me diga. Pues muy bien. A lo mejor esa es la solución: que se vayan los que llevan años corrompiendo el espectáculo. Si uno fuera el rey de España (mejor rey de España y de las Indias Occidentales), les conminaría a que se fueran ya. Que se fueran con armas y bagajes, con sus toros moribundos, sus figuritas de papel, sus apoderados liantes, sus picadores matarifes. Y que hiciesen lo que les diera la gana; que montaran la carpa del circo donde quisieran; que construyeran sus propias plazas, pues no iban a utilizar las del Estado que tanto ha costado mantener.
Y mientras ellos daban el sainete de su gusto, otros seguiríamos con la fiesta auténtica, porque ese es nuestro derecho. Toros no han de faltar: la Asociación de Ganaderos los tiene mejores. Y toreros tampoco, pues ahí está la legión de matadores condenados, al ostracismo, muchos de los cuales les pueden dar sopas con ondas a ese club de vulgares pegapases que copan todas las ferias. Que se vayan en buena hora. Y con su pan se lo coman.
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