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Tribuna:EL CONTINENTE OLVIDADO
Tribuna
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Acercarse a África

y ANTONIO LÓPEZ MARTíNEZEl interés de España por África en las dos últimas décadas ha venido dictado por razones de índole geográfica, económica y política, y se ha concentrado esencialmente en el norte del continente y en el golfo de Guinea, espacios vinculados históricamente con nuestro país. El trágico estallido de la crisis de Ruanda, que golpeó brutalmente la conciencia del mundo desarrollado, y que en el caso español provocó un sorprendente y espectacular movimiento desolidaridad civil, no fue más que el desgarró final de un grito africano que ya se había hecho oír en Liberia, Sudán, Burundi, Zaire y Somalia. Todas esas Africas habitadas por la tragedia y la angustia no hacían sino manifestar el profundo y convulso proceso de cambio que está viviendo el continente africano. La realidad africana ya no puede ser analizada desde una óptica Este-Oeste. La desaparicibri de la bipolaridad ha relegado África a un lugar marginal en el tablero estratégico, tan secundario como el que ocupa en el total de los intercambios comerciales mundiales -apenas un l%.Frente al escenario anterior, que ofrecía un marco de seguridad y estabilidad controlada por las dos grandes potencias, el continente africano se nos presenta hoy sometido a nuevas tensiones y desafíos -conflictos étnicos, desigual desarrollo económico, deuda externa, desarrollo demográfico, sida, etcétera-, que deberá afrontar con sus propios recursos y asumiendo sus propias responsabilidasdes, pero también con el apoyo de los donantes internacionales, como acaba de hacer la ONU con el lanzamiento, el pasado 15 de marzo, del programa Acelerar el desarrollo de África. Los pueblos africanos, movidos por los logros y las conquistas de los otros continentes, empiezan a exigir respuestas satisfactorias y urgentes en los campos político, económico y social. Exigen una legitimidad política emanada de un sistema plural y representativo que garantice el ejercicio de las libertades públicas y el respeto de los derechos humanos. Reclaman un desarrollo económico que concilie las exigencias de las instituciones financieras internacionales -modernización, reducción del gasto público, eficacia en la gestióncon las necesidades propias de cada uno de estos países en su proceso de inserción en la economía mundial: acceso a 1 os mercados, mejora de la relación real de intercambio, alivio de la deuda externa, etcétera.

Necesitan un modelo social que erradique- los males seculares -miseria, de estas sociedades analfabetismo, epidemias- y que logre avácular los distintos estamerntos sociales en un pro yecto común y participativo que puede ser capaz, por añadidura, de eliminar las viejas tensiones étnicas y tribales que con tanta frecuencia hipotecan el devenir de estas naciones. Este triple reto tendrá tantas probabilidades de éxito cuanto más se consolide una sociedad civil que pueda gozar de los imprescindibles espacios de libertad en el diseño de lo que comúnmente llamamos un Estado de derecho, el cual no tiene por qué estar reñido con las señas de identidad de los distintos pueblos africanos. En este nuevo contexto, España debe y puede contribuir con su ayuda y cooperación en los procesos de cambio que se están desarrollando en la actuafidad en Africa. Nuestra propia dimensión europea nos empuja a redefinir nuestras prioridades en ese continente, prioridades que deberán estar en todo momento inspiradas por la defensa de nuestros intereses y una necesaria ética de la solidaridad. Los últimos años han sido ya testigosde este nuevo compromiso español: Angola y Mozambique, desde que iniciaron su proceso de legitimación política tras la independencia; Namibia, casi desde el mismo momento de lograrla, y Suráfrica, más recientemente, a partir de la erradicación del apartheid, constituyen una prueba evidente de ello al concentrar la mayor parte de la ayuda no reembolsable que España destina a África.

Un continente, por otra parte, muy receptivo a todo lo español, precisamente porque en la práctica totalidad del África subsahariana nuestro pasado se aprecia como limpio de lacras coloniales y nuestra transición política y desarrollo económico siguen constituyendo un caso ejemplar para esos países. Las experiencias adquiridas por un aún exiguo número de empresarios, sumadas a las de las ONG, cada vez más presentes,a lo largo y ancho de Africa, y al catalizador que ha supuesto la tragedia de Ruanda, son factores que deben propiciar una mayor implicación de la cooperación española en ese continente. Una cooperación que, sin olvidar el impulso ético y solidario que el drama del país de las mil colinas ha provocado, debe tener un carácter más integral, poniendo en juego una serie de instrumentos (créditos FAD, cooperación técnica y cultural, asesoramiento institucional, fondos de ayuda al equipamiento y para el desrrollo social, etcétera) que respondan a esa creciente demanda de España. Una cooperación que puede ya presentar algunos logros importantes en proyectos tales como el Instituto Oftalmológico de Luanda, el hospital José Macamo y el hotel Escuela Andalucía en Maputo, el programa de elaboración del primer DNI para Mozambique, así como el proyecto de prueba masiva de la vacuna del doctor Partearroyo en el distrito de lfakara, en Tanzania.

Esta mayor presencia contribuirá, por otra parte, a corregir una distorsión evidente en nuestra cooperación: la escasez de retornos para nuestras empresas por la vía de adjudicaciones de contratos en el marco de los protocolos financieros de los Convenios de Lomé (que rigen las relaciones de cooperación enttre la UE y los países ACP) en relación con nuestra contribución a aquéllos. Y esa distorsión se explica, entre otras cosas, por nuestra que escasa implantación en Africa.

Precisamente, 1995 ha sido un año importante para la cooperación UE-ACP. Bajo presidencia española concluyó la revisión de Lomé IV, tras un arduo debate sobre el volumen financiero del VIII FED, que fue firmada en Isla Mauricio el 4 de noviembre. En ella se ha introducido por vez primera una cláusula que permite a la UE suspender la cooperación con los países ACP que no respeten de forma satisfactoria los derechos humanos. Además, los días 18 y 19 de diciembre se celebró en Madrid una reunión del Grupo Restringido y de Altos Funcionarios entre la UE y los países de la South African Development Community (SADC), organización que, constituida en su día por los países de la línea del frente contra el apartheid, integra ya a la nueva Suráfrica. Una prueba de la dinámica que están viviendo algunas regiones de África y que nos ofrece un horizonte de esperanza y optimismo que equilibra el fatalismo presente en otras.

La presidencia española ha permitido también progresar en el diálogo constructivo entre la UE y la OUA, así como avanzar en el ámbito de la diplomacia preventiva y la resolución de conflictos en África, al aprobar el Consejo Europeo de Madrid un documento de conclusiones que refleja por primera vez la posición de los Quince sobre estas cuestiones.

El compromiso de nuestro país debe ser claro: ayudar al continente africano a emprender su andadura hacia la modernidad y a crear las bases que permitan iniciar el largo camino de un desarrollo estable y sostenido. Lejanos ya los sue¡íos imperiales de algunos países occidentales, a los que, por otra parte, muchos países africanos ya no tienen como únicos proveedores, el acercamiento a África por parte de España debe ser diferente: vigilante y responsable en lo político, solidario y exigente en lo económico, y respetuoso y tolerante en lo cultural.

Miguel Ángel Moratinos Cuyaubé es director general de Política Exterior para África y Oriente Medio. Antonio López Martínez es director general del Instituto de Cooperación con el Mundo Árabe Mediterráneo y Países en Desarrollo.

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