Los amotinados de Buenos Aires asesinaron e incineraron en la panaderia a siete presos
Ocho reclusos desaparecidos durante el motín de Sierra Chica eran buscados ayer entre las montañas de tierra del túnel excavado al amparo del caos, en los hornos de a panadería o en la capilla donde corrieron a refugiarse los violadores, los presos homosexuales, los tenidos como chivatos o los reacios a la protesta, amenazados todos con ser violados hasta la muerte o pasados a cuchillo. Al menos siete internos fueron asesinados por los cabecillas de la rebelión e incinerados sus cuerpos en los hornos, aseguró Eduardo Duhalde, gobernador de Buenos Aires. "Una especie de holocausto" dijo piara referirse a lo ocurrido en los ocho días de rebelión. El otro ausente también ha sido dado por muerto.
Cócteles mólotov y un arsenal de armas blancas, más de 150 navajas, punzones, mazas con clavos o cuchillas largas como lanzas fueron ocupados en el primer penal rendido, con algunos de sus pabellones reducidos a escombros, otros con rastros de sangre y un túnel de más de veinte metros abierto en el suelo de uno de ellos. Los zapadores se ayudaron con cemento, un tendido de luz eléctrica y ventiladores en su fracasado recorrido hacia la libertad. El objetivo era atravesar el amurallamiento del penal y escapar por el solar donde acamparon los familiares.
Marcelo Alejandro Brandán Juárez, de 28 años, moreno, pequeño, con un par bien puestos, según destacan sus pares en la delincuencia de altura, se agachaba para ocultar el rostro a las cámaras de televisión durante su entrada en la camioneta del servicio penitenciario que le trasladó a la cárcel federal de Caseros. Otros 12 caporales del sonado amotinamiento viajaron con Brandán, dueño siempre de los patios de Sierra Chica con una pistola 45 milímetros. y un pincho al cinto. Según Jorge Moreno, juez de instrucción en el caso, pudo ser filmado desde una elevación un linchamiento. Todo hace pensar que la víctima es Agapito Lencina, escapado a la carrera de la prisión y devuelto por las autoridades peninciarias a Brandán, al exigirlo éste con un cuchillo en la garganta de un guardia. Recibido a patadas, Lencina fue arrastrado al patio y asesinado a la vista de más de cincuenta presos.
Una juez corajuda
"Nos trataron bien. Yo era de a guardia más piola [joven] y nunca me gustó verduguear", e confesó uno de los 11 carceleros liberados. 'La única forma de mantenernos enteros espiritualmente era no pensar que podíamos morir". Algunos compañeros se ayudaban en el encierro evocando salmos de la Biblia. Otros, alterados, no pudieron hablar al ser requeridos por la prensa. Los más reclutas, admitió un mando, flaquearon.. otalmente rotos. La juez María Mercedes Malere, bastante serena, negó haber sido vejada y mostrada desnuda encima de una mesa a los negociadores oficiales. No quiso responder a preguntas. "Nos brindaron un trato respetuoso y no sufrimos agresión alguna", resumió. Un preso de 53 años ensalzó a la magistrada de 46 años y profundas ojeras y dio su nombre: Mauro Isaías, "Isaías, como el profésta". "Estuve cerca de ella casi doscientas horas. Es la mujer más corajuda que vi en mi vida. Y tan tranquila en todo momento. Hasta transmitió un saludo de Pascuas para todos". El gobernador le envió un ramo de orquídeas.
Un pastor evangelista admitió haber sufrido el susto de su vida cuando, de tanto en tanto, sus carceleros les colocaban una faca, al cuello. "Estoy seguro de que era para impresionar a las autoridades", opinó un oficial, también liberado, encargado de animar a los rehenes más hundidos durante su cautiverio en la prisión de máxima seguridad de la provincia de Buenos Aires, con una parte de sus 1.064 internos amotinados y el resto sometidos por Brandán y sus lugartenientes. Los presos parapetados en la capilla del penal, aterrados, no recibieron comida en ocho días. "Entre ellos había enfermos de sida, y rezaban para que la protesta terminara", explicó Rubén Cítara, ministro provincial de Gobierno.
Casi simultáneamente con Sierra Chica, depusieron su actitud los más de 11.000 internos que, pacíficamente o de forma violenta, habían secundado sus reclamaciones en otras 15 cárceles. Pedían mejores condiciones de vida, menos palos y no envejecer sin juicio. Para evitar un asalto a sangre y fuego, o el empleo de francotiradores, el Gobierno prometió promover un efectivo cumplimiento del "dos por uno" -que computa como doble cada año sin sentencia en firme-, formar una comisión de legisladores, jueces, funcionarios e internos para tratar sobre la situación de las cárceles y de los condenados a cadena perpetua. También discutirá la rebaja de las penas por robo de vehículos, en algunos casos superiores a las del homicidio simple.
30 cabecillas con un poder dictatorial
La mayoría de los presos asesinados en Sierra Chica rechazaron el motín o cumplían prisión enfrentados desde tiempo atrás con sus cabecillas, que aprovecharon la confusión y el tumulto para darles muerte. "Creemos que cinco de los muertos estaban en contra del motín", aventuró Jorge Moreno. Otro de los muertos quiso desertar, "pero lo corren y matan frente la guardia armada".
Los técnicos escarban entre las cenizas de la panadería del penal y, se ha anunciado el hallazgo de varios dientes, la parte del cuerpo que más aguanta las altas temperaturas.
La Dirección de Criminologia de la Unidad Regional 11 de la localidad de Azul, próxima a la prisión, y un equipo especializado de la policía. de la provincia de Buenos Aires trabajan en la identificación de los restos incinerados.
Portavoces del servicio penitenciario endilgaron la principal responsabilidad del amotinamiento a un grupo de aproximadamente 30 presos con condenas de 20 años o prisión de, por vida, que ejerció un poder dictatorial sobre los demás -Internos y ordenó la resistencia con una dureza inusitada. La negociadora María del Carmen Falbo, subsecretaria de Justicia, recuerda los primeros contactos: "Al principio no sabían muy bien qué pedir, porque en realidad querían fugarse". Un interno propuso una fuga concertada "a la brasileña": dinero, autos, armas y los rehenes en garantía.
Entre los puntos más claros del primer borrador figuraron los traslados. "Les decíamos que sí, ellos quedaban en contestar en una hora y aparecían a las seis con cualquier respuesta", indicó la subsecretaria. Los familiares, a quienes los funcionarios reclamaron ayuda, también desempeñaron su papel. La información proporcionada por funcionarios y mediadores permitió reconstruir la rendición. "Estamos en un callejón sin salida, loco. No queda comida para muchos días más y los compañeros empiezan a aflojar", apremió Marcelo Alejandro Brandán Juárez a Jorge Pedraza. "Yo creo que llegó la hora. Aceptemos la protesta y se terminó".
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