Fraga
De quebrantahuesos a vertebrador, así ha sido el viaje político de Fraga, el único ministro del Gabinete franquista coetáneo del asesinato de Grimau y del contubernio de Múnich que ha conseguido pasar a la historia como capador de muñeiras y proveedor de queimadas de Fidel Castro. El hombre que patentó las derechas con rodillas humanas, las de Isabel Tocino, ha sido repescado por los muchachitos de Valladolid para dar el toque de distinción celtíbero a los pactos con fenicios y vascones.Cumplida su misión, volverá a Galicia a jugar a la porra y a comerse cabezas de lubina con las manos. Excesivo entre los excesivos, Fraga también ha conseguido ser excesivamente sentimental y llora por todo, a poco que las palabras le evoquen tiempos y paisajes que no han de volver.
Los consejeros de imagen de la cúpula del PP militan en el posmodernismo radical, capaz de asumir el eclecticismo en la forma y en el fondo. Mientras algunos de sus alcaldes y poderes menores demuestran que quien tuvo retuvo y se cuadran cuando pasan ante las estatuas del Caudillo, Aznar peregrina a fuentes literarias de mayoría absoluta (Kipling, Azaña, Alberti) y las alegres muchachas villalobianas sientan sobre sus rodillazas propicias a don Manuel para que les cuente las batallas de la pesca de bombas atómicas en Palomares con el meyba a media asta, el rifirrafe de la Ley Orgánica de España, y no la de Mérimée, y la aventura de la caza del urogallo que resultó ser trasero de la marquesa de Villaverde.
Porque si de lo que se trata es de que Fraga les enseñe a descafeinar autonomías como ha hecho en Galicia, me parece que el pacto de Estado empieza mal. Del café para todos a las achicorias diferenciadas.
España como unidad de achicorias asimétricas en lo universal.
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