Aznar y sus amigos, en Carabaña
José María Aznar no necesita vacaciones. Por sus propias palabras nos enteramos de que descansa mientras trabaja. Así lo reveló en la noche del Viernes Santo en Carabaña, un pequeño pueblo de la Comunidad de Madrid que celebra desde hace nueve años la Pasión viviente de Jesucristo. Aznar llegó por la tarde con su familia al chalé-molino que Rodrigo Rato posee en la calidad y allí charló con el cura párroco, José Antonio Santos, y con los máximos responsables de la asociación cultural que promociona y monta el espectáculo: José Cabrera y Juan José Arriola .A este último se atribuye la dignidad y el lujo de sonido de los diálogos que interpretan en play back (pregrabado) los alrededor de 150 actores improvisados entre vecinos del pueblo. Arriola ha recabado voces como la del actor profesional Ricardo Merino (Herodes).El matrimonio Aznar compartió balcón junto a la familia Rato y la familia de Pedro J. Ramírez, director de El Mundo, para presenciar las 11 escenas de esta Pasión viviente. Su hijo menor, Alonso, la hija de Rato, Ángeles, y los vástagos de Ramírez y Agatha Ruiz de la Prada aprovecharon para enfundarse unas pequeñas túnicas y participar como niños judíos, en la representación. Alonso se emocionó con su papel.
Aznar se mostró interesado, sobre todo, por los aspectos humanos de la procesión. Preguntó mucho por el vecino que interpretó a Jesucristo, Pedro Martínez Plana, un soldador de Arganda del Rey, de 35 años. El presidente del PP se quedó muy impresionado de que "un pueblo tan pequeño pudiera a frontar algo tan grande y movilizar a tanta gente". El presupuesto de este montaje cuesta un millón de pesetas.
Aznar curioseó por otros detalles. Quiso saber cómo se sostenía la cruz y cuanto duraba exactamente el espectáculo. La entrada triunfal de Cristo empezó a representarse sobre las 22.00. La resurrección fue a medianoche. En ese tiempo Aznar y su séquito cambiaron cuatro o cinco veces de balcón, ya que los vecinos abrieron las puertas de sus casas a todo el mundo. La expectación desató tal avalancha de asistentes -se especula con la cifra de 6.000- que muchos no pudieron ver ni fotografiarse con los famosos invitados.
Aznar se quedó muy satisfecho. No quiso hablar de política, porque le espera una semana muy densa de encuentros y negociaciones para su investidura como presidente del Gobierno.
Nadie quiere relacionar la Pasión de Carabaña con la política. Ni siquiera Ismael Arriola o Mariano Arévalo, dos concejales del PSOE en la oposición, que encamaron a Judas y Herodes. Un edil del PP hizo de fariseo.
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