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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los reyes del ruido

Sonic Youth + Beek + Unwood

Sala La Riviera. 2.500 pesetas. Miércoles, 27 de marzo.

A la llamada del ruido, acudió un tropel de chavales que agotaron las entradas, para contemplar en directo al grupo con el que se han criado y abandonado la niñez, e 15 años a esta parte. Abrieron unos neófitos, Unwood, que ejercieron de dignos herederos arropados por un ruido realmente brutal. En segundo lugar, el californiano Beck calentó aún más el ambiente con una exhibición acústica de extrema lucidez artística o bien de una impresionante locura. Apareció escudado detrás de una guitarra acústica, aunque también se atrevió con la armónica. No hizo concesiones, dejando de interpretar sus temas más conocidos, si bien adelantó piezas de su inminente nuevo disco, Ode lay.

Por fin, los genuinos reyes del ruido irrumpieron a los acordes de su clásico Schiz y el público estalló en el delirio. La catarsis se producía en un escenario de cuidado diseño y con un sonido más que correcto, aunque quizá insuficiente para la exigencia de los más acérrimos. La Juventud Sónica fue desplegando un repertorio, en el que se alternaron clásicos con las piezas de su último álbum, Washing machine, mostrando que la evolución hacia terrenos más asequibles para el gran público es posible, incluso en los terrenos en los que el ruido se impone a la armonía y que aquél, una vez es asimilado, está en condiciones de competir e incluso ganar en adeptos a la música más ortodoxa.

Es impresionante la conjunción entre unas apasionantes voces, como son las de la bajista Kim. Gordon y los guitarristas Thurston Moore y Lee Renaldo, y la suprema electricidad de unas guitarras que se convierten en auténticas protagonistas del sonido del grupo. La mayor queja por parte de los seguidores de la banda consistía en el olvido que el sonido prestó a la batería de Steve Shelley. No obstante, el efecto producido por el grupo conseguía hipnotizar a base de decibelios, incluso a aquellos que no comulgan con los presupuestos artísticos de Sonic Youth.

Tal vez los jovencitos que han crecido durante la década de los ochenta incluyan entre sus piezas de cabecera inmensos temas como Becuz, Skink o Catholic Block, como ahora sus padres hacen con los viejos temas de Velvet Underground. Eso sólo significa que los tiempos van cambiando.

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