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El asesino de Escocia se sentía perseguido

El Reino Unido en pleno, desde las altas instituciones, como el Parlamento, hasta el pueblo llano, aparecía unido ayer en la consternación y el dolor causado por la matanza en la escuela de la población escocesa de Dunlane, en la que 16 niños de cinco y seis años su profesora perdieron la vida a manos de perturbado vengador. Pasados los efectos el primer impacto emocional, el país entero e interrogaba sobre los motivos que pudieron inducir a Thomas Hamilton, de 43 años, experto en armas e inclinado hacia los jóvenes, a perpetrar tan horrenda venganza. Dos recientes cartas enviadas por el asesino a la reina de Inglaterra y al ministro para Escocia, Michael Forsyth, demuestran que Hamilton se sentía socialmente perseguido.

En las mismas cartas y en otras que envió a medios de comunicación locales, Thomas Hamilton añadía que también se consideraba acorralado por una comunidad que nunca le quiso y minó todos sus intentos de convertirse en un ciudadano normal.Ocho pequeños alumnos de la escuela primaria de Dunblane permanecían ingresados ayer en diversos centros hospitalarios de Escocia, tres de ellos en unidades de cuidados intensivos. Uno de los niños, con heridas en el pecho y el abdomen, se encuentra en estado crítico. La conmoción provocada por el suceso ha movilizado a la clase política británica. El primer ministro, John Major, visitará hoy la escuela de Dunblane, y otro tanto han prometido hacer la semana próxima la reina Isabel II y la princesa Ana.

Ayer, la Cámara de los Comunes dedicó una larga sesión de debate y autocontrición al suceso de Dunblane, que será objeto de una investigación oficial. En la Cámara volvieron a oírse condenas al asesino y palabras de condolencia para los familiares de las víctimas. Pero sólo el líder laborista, Tony Blair, pareció sintonizar con la opinión pública cuando, simplemente, declaró: "Hoy la política debe guardar silencio".

Agotado el cáliz del sufrimiento por las víctimas, la investigación policial y el interés de la legión de periodistas que han aterrizado en Dunblane se centran ahora en la personalidad de Thomas Hamilton. Siniestro personaje a la luz de las fotografías publicadas ayer por los tabloides británicos bajo el título de monstruo. Un tipo sin empleo conocido, inquilino de una pequeña casa propiedad del Ayuntamiento de Stirling en Kent Road, Hamilton había pasado los últimos meses obsesionado con el rechazo que producía su presencia en Dunblane. El asesino intentaba en vano integrarse en la comunidad. Después, de que la Asociación de Scouts te obligara a dimitir de su puesto de monitor en marzo de 1974 debido a irregularidades "en el manejo de los campos de verano", según precisó ayer un portavoz, intentó reconstruir su vida.

Campamentos de verano

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El siguiente club de jóvenes, Los Rovers de Stirling, fundado por Hamilton en los años ochenta, no encontró especial fortuna, y poco después, los padres de alumnos de la escuela secundaria de Dunblane consiguieron impedir que el club celebrara reuniones en el centro. Aun así, Hamilton todavía organizaba campamentos de verano para jóvenes. "Le gustaban mucho los chicos. Yo mandé a mi hijo a uno de sus campos de vacaciones, hace ya tiempo -mi hijo tiene ahora 22 años-, y el chico vino diciendo: 'Mamá, este hombre no me gusta, es muy raro", explicaba ayer Kristen, una taxista local, genuina representante del sentir de la población de Dunblane.

La escuela primaria donde se produjo la masacre, en la carretera de Doune, permanecía ayer cerrada y acordonada por la policía, que se afana en estos momentos en reconstruir la película de los terribles hechos ocurridos el miércoles 13 de marzo a las 9.30. En las ventanas de algunos de los bloques prefabricados de que consta el centro podían verse, con ayuda de teleobjetivos, numerosos impactos de bala. Los primeros datos de la investigación en curso revelan que el terrible ataque que acabó con la vida (le los 16 niños y de su profesora, Gwenne Mayor, de 44 años, duró unos 10 minutos.

El asesino, armado con cuatro pistolas automáticas compradas gracias a su licencia en regla en una tienda de armas de Siirling, avanzó por el vestíbulo del centro disparando contra todo lo que se movía.

Tres profesores

Tres profesores cayeron heridos antes de que Hamilton entrara en el gimnasio, donde la clase de la profesora Gwenne Mayor realizaba sus ejercicios físicos. Veintisiete del total de 29 alumnos estaban presentes en el aula en ese fatídico momento. Hamilton disparó, creen algunos, hasta agotar la munición de sus armas Once niñas y cinco niños cayeron mortalmente heridos alcanzados por las balas en la cabeza, el pecho y el abdomen, junto al cuerpo sin vida de su profesora.

Los equipos médicos de Stirling, los primeros en acudir a la escuela la mañana del miércoles, se encontraron un espectáculo tan silencioso como aterrador en el gimnasio, según contaría más tarde Jack Beatti, responsable del equipo. Ayer se supo que una de las doctoras de guardia, Catherine Morton, en el hospital de Stirling en la mañana de la tragedia acudió a la llamada de emergencia para tropezarse espantada con la cruda realidad de que su hija de cinco años, alumna de la escuela, era una de las fallecidas.

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