19 jefes de Estado y de Gobierno se concentran hoy en Egipto para combatir el terrorismo
Improvisar una cumbre no es una tarea fácil. Improvisarla en Egipto, en una pequeña estación balnearia del Sinaí, equivale a garantizar de antemano que será un caos. La bahía de las Avestruces, en torno a la cual está construida Sharm el Sheij, era ayer un hervidero de confusión en el que sólo los camellos en los que se montan los turistas parecían imperturbables. Para acoger a 19 jefes de Estado y de Gobierno, así como a delegados de otros 11 países y organizaciones que participarán hoy en la cumbre antiterrorista, Sharm el Sheij se ha convertido en una fortaleza con 2.500 policías egipcios, desplegados cada 15 metros, y cientos de escoltas de los mandatarios.
En la bahía de la ciudad balnearia bucean, además, los hombres rana de la Marina egipcia, mientras en las calles los operarios colocan carteles dando la bienvenida o pintan la calzada."Vinimos a disfrutar de unas vacaciones en la playa, pero parece que las estamos pasando en medio de unas maniobras militares", se queja Gianni, un turista italiano que para entrar en su hotel debe someterse a controles de identidad y permitir que le registren su bolsa.
Es, sin embargo, un afortunado, porque otros veraneantes se han visto obligados manu militari a abandonar sus habitaciones en el hotel para trasladarse a zonas del Sinaí menos congestionadas o incluso hasta Luxor, en el Alto Egipto.
Hacer turismo en Sharm el Sheij en estas fechas es probablemente frustrante por la reducida libertad de movimiento y el colapso de los hoteles, pero formar parte de una comitiva oficial o ser corresponsal de prensa lo es más aún.
Aunque los turistas hayan sido expulsados, los integrantes de las comitivas y la escasa infraestructura hotelera obligan a los delegados de la cumbre a compartir habitación y algunos de los asistentes se alojan en cabañas o hasta a 100 kilómetros del lugar de la conferencia internacional.
Las líneas telefónicas están saturadas y resulta harto difícil llamar fuera del país; se producen apagones de luz y encontrar un local adecuado para que un mandatario extranjero, excepto el presidente norteamericano Bill Clinton, dé una conferencia de prensa es un sueño inalcanzable.
Los funcionarios españoles de protocolo, que precedieron ayer al presidente en funciones del Gobierno español, Felipe González, alquilaron el salón de un hotel para que el presidente español recibiese a los corresponsales, pero sin mediar explicación le cancelaron la reserva. Les quedaban entonces dos opciones: organizarlo en la esquina de un restaurante o bien al aire libre bajo un toldo.
Las autoridades egipcias están, sin embargo, satisfechas. "La convocatoria de la cumbre en Egipto supone el reconocimiento del papel de nuestro país, porque el presidente Hosni Mubarak es el que ha llevado a cabo más esfuerzos para mantener vivo el proceso de paz", declaraba, por ejemplo, el embajador egipcio en Washington, Ahmad Maher. La prensa cairota, generalmente afín al poder, abunda en el mismo sentido y resalta hasta la saciedad que la idea de la cumbre partió de su jefe de Estado, aunque después Clinton la retomó. Por eso, ambos compartirán la presidencia de la reunión.
Para Mubarak, la reunión de Sharm el Sheij no sólo servirá para realzar su figura más allá de las fronteras egipcias. También le será útil en su propio país, azotado por el terrorismo islámico, que desde que empezó a actuar en 1992 se ha cobrado 984 víctimas mortales, entre las que figuran unos cuantos turistas extranjeros. Acaso la cumbre haga olvidar esos muertos y reactive la maltrecha industria turística egipcia.
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