Una tarea dificil
Viene de la primera página Pero como Aznar aspiraba nada menos que a la mayoría absoluta y los sondeos pronosticaban un vuelco espectacular hacia la derecha, Felipe, González pudo presentarse ayer sonriente ante la opinión pública. Los nueve millones de votos obtenidos ayer -sólo 300.000 menos que el PP- le permiten abandonar el poder con dignidad y configuran al PSOE como una fuerza de' oposición decisiva frente a un Partido Popular que tendrá menos escaños que los socialistas en la anterior legislatura. Por si fuera poco, la espectacular victoria de Manuel Chaves en Andalucía -muy cerca de la mayoría absoluta- ayudará aún más a endulzar la derrota del PSOE. El alto porcentaje de participación y la ausencia de incidentes en la jornada electoral ponen otra vez de relieve que el sistema democrático está profundamente consolidado en nuestro país y permite la alternancia natural de las mayorías. La noticia de que la derecha vuelve al poder mediante el sufragio, después de más de una década de estar alejada de él, es un signo más de normalidad. Pero después de expulsar del poder a un, Ejecutivo obviamente agotado después de 13 años y con una ausencia de proyecto preocupante, el voto popular ha decidido poner unos límites más que severos a la victoria de la derecha., Ésta tendrá que aliarse o pactar con los grupos nacionalistas si quiere gobernar de forma estable, y no cabe duda de que sus eventuales socios en el Gobierno -notablemente, Convergència i Unió no perderán ocasión de obtener las compensaciones debidas. Como, por otra parte, es habitual cuando un partido pide a otro que le preste sus votos para gobernar. Tan importante como la matizada victoria de los populares parece la derrota matizada de los socialistas. Con 141 diputados en el Congreso se consolidan como un partido indispensable para la estabilidad de este país. La solidez del PSOE en el electorado español resulta más impresionante si se tienen en cuenta los numerosos escándalos de corrupción protagonizados por el partido en los últimos años y la erosión brutal a la que,ha sido sometido, con toda clase de métodos, por parte de sus opositores políticos -a derecha e izquierda- y numerosos medios de comunicación. Que después de lo que ha llovido -para utilizar la expresión del propio González- exista una diferencia de menos de dos puntos entre el PSOE y el PP puede considerarse un dato político de primera magnitud y una victoria personal de Felipe González, que se, ha emplea do a fondo y con entusiasmo durante la campa ña. Sin que esos nueve millones de votos que conserva el PSOE signifiquen -como alguien ha pretendido- una reválida a sus escándalos. Izquierda Unida no puede sentirse satisfecha. Su política de enfrentamiento contra el PSOE apenas le ha hecho crecer en votos -aproximadamente un punto- y le ha llevado a perder implantación en Andalucía, donde el personalismo de su líder regional ha hecho imposible el gobierno de la comunidad autónoma durante los dos últimos años. Los partidos nacionalistas mantienen sus posiciones, incluido Herri Batasuna, y alumbra en el Congreso una nueva formación de este género, el Bloque Nacionalista Galego. Coaliciones necesarias El sistema electoral español, que es proporcional aunque fuertemente corregido, tiene como consecuencia obvia, en circunstancias normales, la necesidad de coaliciones, o al menos pactos de legislatura, para formar Gobierno. La obtención de mayorías absolutas por un partido, como las que el PSOE consiguió en tres ocasiones, debe ser considerado algo excepcional, y en él caso de los socialistas se debió, en parte, a las secuelas del golpe de Estado de 1981 y a la destrucción del partido del centro (UCD) que había encabezado la transición del franquismo a la democracia. Por eso no debemos contemplar con alarma la situación minoritaria del partido de Aznar. Lo lamentable es que la crispación extrema en que se ha desarrollado la vida política durante los últimos tres años y los ataques desconsiderados entre las fuerzas políticas, que han recurrido con insoportable frecuencia a la demagogia y a la difamación, harán más difícil el consenso y el pacto que demanda una situación así. Los nacionalistas catalanes, vascos y canarios aparecen hoy como los socios posibles de Aznar en el Gobierno, pero sin los catalanes el PP no podrá seguir adelante, y no se puede decir que en el pasado reciente los líderes de la derecha hayan preparado convenientemente el camino de su diálogo con la Generalitat. Antes bien, proliferaron las críticas a Pujol por su alianza con los socialistas, y no cabe duda de que entre las bases del PP anidan algunos sentimientos de nacionalismo español dudosamente compatibles con la visión de España que tienen los catalanistas. Otro punto a destacar después de estas elecciones es el fracaso rotundo de todas las empresas de sondeos de este país, sobre las que se cierne una sospecha fundada de falta de profesionalidad. La crítica no puede excluir a ninguna de ellas ni en los sondeos previos ni en los que anunciaban los primeros resultados después de las elecciones- y, por supuesto, es extensibile a la que ha realizado las encuestas para este periódico. La vida política española se va a enriquecer después de estos comicios. Se va a hacer más compleja, más interesante, más sutil; por todo ello, más difícil. Esperemos que como resultado de todo esto desaparezca el clima de envilecimiento, injuria y agresión que algunos se han empeñado en implantar entre nosotros en los últimos tiempos. Probablemente, Aznar aspira ahora a la prudencia de la oposición, algo que sus diputados no siempre han practicado en la legislatura recién terminada. Independientemente de que los socialistas tengan la tentación de seguir su ejemplo, González está obligado, a demostrar su carácter de estadista también, en la oposición. Todos los españoles tenemos derecho a que los partidos políticos presentes en el Parlamento practiquen un respeto mínimo al adversario. Es imposible seguir construyendo este país en el ambiente de sospecha y delación que se ha implantado. La mesura del pueblo español, puesta de relieve en las urnas, indica el camino a seguir por nuestra clase política, nuestros intelectuales y publicistas. Por lo demás, los socialistas se irán del poder con un impresionante balance de realizaciones que es imposible desconocer. Cabe esperar que los tribunales resuelvan cuanto antes los casos de corrupción y de guerra sucia que han ensombrecido su ejecutoria. No se trata de poner ningún punto final ni de hacer borrón y cuenta nueva, sino de qué los jueces hagan ahora su trabajo sin más presiones políticas y que el Parlamento haga el suyo en un ambiente menos crispado.
Una tarea difícil
Viene de la primera páginaPero como Aznar aspiraba nada menos que a la mayoría absoluta y los sondeos pronosticaban un vuelco espectacular hacia la derecha, Felipe, González pudo presentarse ayer sonriente ante la opinión pública. Los nueve millones de votos obtenidos ayer -sólo 300.000 menos que el PP- le permiten abandonar el poder con dignidad y configuran al PSOE como una fuerza de' oposición decisiva frente a un Partido Popular que tendrá menos escaños que los socialistas en la anterior legislatura. Por si fuera poco, la espectacular victoria de Manuel Chaves en Andalucía -muy cerca de la mayoría absoluta- ayudará aún más a endulzar la derrota del PSOE.El alto porcentaje de participación y la ausencia de incidentes en la jornada electoral ponen otra vez de relieve que el sistema democrático está profundamente consolidado en nuestro país y permite la alternancia natural de las mayorías. La noticia de que la derecha vuelve al poder mediante el sufragio, después de más de una década de estar alejada de él, es un signo más de normalidad.Pero después de expulsar del poder a un, Ejecutivo obviamente agotado después de 13 años y con una ausencia de proyecto preocupante, el voto popular ha decidido poner unos límites más que severos a la victoria de la derecha., Ésta tendrá que aliarse o pactar con los grupos nacionalistas si quiere gobernar de forma estable, y no cabe duda de que sus eventuales socios en el Gobierno -notablemente, Convergència i Unió no perderán ocasión de obtener las compensaciones debidas. Como, por otra parte, es habitual cuando un partido pide a otro que le preste sus votos para gobernar.Tan importante como la matizada victoria de los populares parece la derrota matizada de los socialistas. Con 141 diputados en el Congreso se consolidan como un partido indispensable para la estabilidad de este país. La solidez del PSOE en el electorado español resulta más impresionante si se tienen en cuenta los numerosos escándalos de corrupción protagonizados por el partido en los últimos años y la erosión brutal a la que,ha sido sometido, con toda clase de métodos, por parte de sus opositores políticos -a derecha e izquierda- y numerosos medios de comunicación. Que después de lo que ha llovido -para utilizar la expresión del propio González- exista una diferencia de menos de dos puntos entre el PSOE y el PP puede considerarse un dato político de primera magnitud y una victoria personal de Felipe González, que se, ha emplea do a fondo y con entusiasmo durante la campa ña. Sin que esos nueve millones de votos que conserva el PSOE signifiquen -como alguien ha pretendido- una reválida a sus escándalos. Izquierda Unida no puede sentirse satisfecha. Su política de enfrentamiento contra el PSOE apenas le ha hecho crecer en votos -aproximadamente un punto- y le ha llevado a perder implantación en Andalucía, donde el personalismo de su líder regional ha hecho imposible el gobierno de la comunidad autónoma durante los dos últimos años. Los partidos nacionalistas mantienen sus posiciones, incluido Herri Batasuna, y alumbra en el Congreso una nueva formación de este género, el Bloque Nacionalista Galego. Coaliciones necesariasEl sistema electoral español, que es proporcional aunque fuertemente corregido, tiene como consecuencia obvia, en circunstancias normales, la necesidad de coaliciones, o al menos pactos de legislatura, para formar Gobierno. La obtención de mayorías absolutas por un partido, como las que el PSOE consiguió en tres ocasiones, debe ser considerado algo excepcional, y en él caso de los socialistas se debió, en parte, a las secuelas del golpe de Estado de 1981 y a la destrucción del partido del centro (UCD) que había encabezado la transición del franquismo a la democracia.Por eso no debemos contemplar con alarma la situación minoritaria del partido de Aznar.Lo lamentable es que la crispación extrema en que se ha desarrollado la vida política durante los últimos tres años y los ataques desconsiderados entre las fuerzas políticas, que han recurrido con insoportable frecuencia a la demagogia y a la difamación, harán más difícil el consenso y el pacto que demanda una situación así. Los nacionalistas catalanes, vascos y canarios aparecen hoy como los socios posibles de Aznar en el Gobierno, pero sin los catalanes el PP no podrá seguir adelante, y no se puede decir que en el pasado reciente los líderes de la derecha hayan preparado convenientemente el camino de su diálogo con la Generalitat. Antes bien, proliferaron las críticas a Pujol por su alianza con los socialistas, y no cabe duda de que entre las bases del PP anidan algunos sentimientos de nacionalismo español dudosamente compatibles con la visión de España que tienen los catalanistas.Otro punto a destacar después de estas elecciones es el fracaso rotundo de todas las empresas de sondeos de este país, sobre las que se cierne una sospecha fundada de falta de profesionalidad. La crítica no puede excluir a ninguna de ellas ni en los sondeos previos ni en los que anunciaban los primeros resultados después de las elecciones- y, por supuesto, es extensibile a la que ha realizado las encuestas para este periódico.La vida política española se va a enriquecer después de estos comicios. Se va a hacer más compleja, más interesante, más sutil; por todo ello, más difícil. Esperemos que como resultado de todo esto desaparezca el clima de envilecimiento, injuria y agresión que algunos se han empeñado en implantar entre nosotros en los últimos tiempos. Probablemente, Aznar aspira ahora a la prudencia de la oposición, algo que sus diputados no siempre han practicado en la legislatura recién terminada. Independientemente de que los socialistas tengan la tentación de seguir su ejemplo, González está obligado, a demostrar su carácter de estadista también, en la oposición.Todos los españoles tenemos derecho a que los partidos políticos presentes en el Parlamento practiquen un respeto mínimo al adversario. Es imposible seguir construyendo este país en el ambiente de sospecha y delación que se ha implantado. La mesura del pueblo español, puesta de relieve en las urnas, indica el camino a seguir por nuestra clase política, nuestros intelectuales y publicistas.Por lo demás, los socialistas se irán del poder con un impresionante balance de realizaciones que es imposible desconocer. Cabe esperar que los tribunales resuelvan cuanto antes los casos de corrupción y de guerra sucia que han ensombrecido su ejecutoria. No se trata de poner ningún punto final ni de hacer borrón y cuenta nueva, sino de qué los jueces hagan ahora su trabajo sin más presiones políticas y que el Parlamento haga el suyo en un ambiente menos crispado.
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