La teoría de los mundos paralelos
La urna es un terrario donde conviven durante algunas horas desde el voto anfibio al reptil, pasando por el miriápodo, el crustáceo o el arácnido. Cada voto, al caer, se hace fuerte en un rincón. Durante el tiempo que va de la apertura al cierre de los colegios se produce dentro de ese breve ecosistema una lucha feroz por el dominio del territorio. El voto temático deglute al general y éste al hermafrodita. Hay más actividad en el interior de una urna que en un proceso digestivo porque en sólo una jornada esas miles de papeletas han de alcanzar un acuerdo ecológico que, a su vez, ha de adaptarse más o menos al mapa de las previsiones demoscópicas. Y es que: los votos están también supeditados a un orden sobrenatural: su metafísica son las encuestas y de acuerdo a ese modelo han de ordenar el mundo. Cuentan para ello con los más sofisticados sistemas de defensa y ataque que podamos imaginar. El voto pinza tiene la forma de una tenacilla capaz de inmovilizar al voto gutural antes de deglutirlo. Y el voto salamandra, de vistosos colores, segrega una sustancia que contamina al voto en blanco de forma que, aun sin abandonar su neutral apariencia, ayude más a unos que a otros. El orden sobrenatural o estadístico, al día de hoy, favorece al PP. Es posible que en algunas urnas el dios González se enfrente con soberbia al luciferino Aznar, pero será doblemente derrotado porque, además de perder la batalla, se le atribuirá . la existencia de este valle de lágrimas.La urna puede evocar también un ataúd de cristal como el de la Bella Durmiente. En ella reposaría nuestra papeleta con su ropaje blanco y sus formas túrgidas, aunque convenientemente aletargadas, hasta que el príncipe del recuento informático en tiempo real bajase del ordenador y le diera un beso. No todos los votos se despiertan, la verdad; muchos continúan durmiendo y otros se descomponen bajo el aliento electrónico del príncipe. En cualquier caso, parece que la papeleta del PP ha sabido buscar para estas elecciones la mortaja más sexy, o la más corta, porque el joven heredero está loco por levantar el cadáver.
La urna es finalmente una caja donde se refugia un suceso simplemente probable, o sea que durante unas horas guarda un misterio que concierne a la generalidad. En ese sentido, su peripecia es semejante a la del gato de Schrödinger, un científico aficionado a las paradojas que dice más o menos así: imaginemos que encerramos a un gato en una caja que contiene, a su vez, un veneno del que ignoramos en qué instante comenzará a actuar. Habrá, pues, un momento en que, a menos que levantemos la tapa, será imposible averiguar si el animal está vivo o muerto. Ello dividiría la realidad en dos mitades o mundos paralelos: en uno de ellos el felino permanecería vivo y en el otro muerto.
Mientras no destapemos la urna no sabremos el estado del voto. Pero, aun en el caso de que haya sobrevivido el del adversario, el nuestro gobernará en un universo paralelo. De ahí, que en la noche electoral todos se muestren satisfechos con los resultados. Aunque lo cierto es que hay unos mundos más paralelos que otros, y el más paralelo en este caso parece también el del PP. Lo mires por donde lo mires, pasa lo que pasa.
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