_
_
_
_
EL IMPERIO DE LA DOBLE FILA

300 controladores, atados al absurdo trabajo de llenar de denuncias la papelera

Antonio Jiménez Barca

Este empleado de la ORA sabe que pertenece a un batallón municipal de 300 personas encargadas de un cometido de cierto aliento kafkiano. Cuenta, con resignación, que día tras día, con una puntualidad suiza, acude a su puesto de trabajo y apunta matrículas en papeles que luego se convierten en multas que más tarde casi nadie paga. Que ni siquiera se tramitan. Y así durante años. Cada día, estos hombres ponen alrededor de 12.000 denuncias por aparcar en zonas restringridas sin el necesario permiso. Según el grupo municipal socialista, no se tramitan ni 2.500. "Y se pagan muchas menos", añade el concejal socialista Eugenio Morales.El controlador, antiguo cobrador de autobús y en la ORA desde que se implantó el sistema, en 1.980, es consciente del declive de la medida: "La gente, desde hace seis años, más o menos, ha dado de lado a esto de la ORA, y se ha echado el alma a cuestas; el 75% de la zona está llena de coches sin papelito".

Más información
"La ORA no sirve; algo habrá que poner"

Después añade con socarronería: "Llevamos años denunciando a los mismos en la misma calle".

El hombre explica así su plan de trabajo desde diciembre: "Empezamos a las nueve de la mañana. Denunciamos en solitario coches de la ORA hasta media mañana; después, y ya con otro compañero, nos ocupamos de los mal aparcados por otras causas". ¿Por qué con otro compañero? "Pues porque no es lo mismo multar a alquien por la ORA, que son 2.000 pesetas, que por una doble fila, que son 15.000".

Le diferencia con el policía un hecho primordial: éste último está capacitado para poner multas; el controlador, por su parte, debe limitarse a denunciar un hecho (con las mismas garantías y derechos que cualquier otro ciudadano). La primera consecuencia es que la denuncia de los guardianes del territorio ORA -17 cuadrillas que abarcan desde Atocha (sur) hasta José Abascal (norte), pasando por Doctor Esquerdo (oeste) y Pintor Rosales (este)- es mucho más fácil de recurrir que la multa de un municipal.

En la finalidad última de sus pesquisas y observaciones este trabajador no se mete: "Nosotros somos unos mandados; nuestro oficio, consiste en apuntar los que están mal aparcados y eso hacemos. ¿Que luego esas denuncias se convierten en multas que no se pagan porque otros no las tramitan? Ése ya no es nuestro problema. ¿Estamos?".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_