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Entrevista:EL IMPERIO DE LA DOBLE FILAECHEVERRÍA CONCEJAL DE TRÁFICO

"La ORA no sirve; algo habrá que poner"

J. M. R. / A. J. La ORA es un sistema que más que languidecer, agoniza. Basta acercarse a alguna de las calles dentro del territorio de la Operación de Regulación de Aparcamiento (ORA) para comprobar que la mayoría de los automovilistas hace caso omiso de la normativa. José Ignacio Echeverría, concejal de Tráfico del Ayuntamiento, lo sabe; considera también que el sistema ha fracasado y que ahora es "inútil".

En estos días el máximo responsable municipal del tráfico y las plazas de aparcamiento medita una medida que consiga cuadrar el círculo de los muchos coches y el poco sitio disponible en las calles de Madrid. No hay vuelta de hoja: según cuenta, está obligado por la Ley de Régimen Local a regular el aparcamiento de coches en la superficie del centro de la ciudad.

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"La ORA no sirve, pero algo hay que poner", mantiene el edil. Con respecto a los aproximadamente 300 controladores de la ORA, Echeverría mantiene que "ayudan contra la doble fila". "Pero su trabajo es otro", añade. Sea cual sea la nueva medida, ésta debe "garantizar el empleo de los actuales controladores" y "servir a la ciudad", en palabras de Echeverría.

Un ejemplo del estado terminal por el que atraviesa la ORA: la semana pasada, de dos centenares de coches aparcados en una zona de Malasaña de abarcamiento restringido, sólo siete habían comprado el impreso; otros 50 poseían tarjeta de residente. Los restantes estaban, simplemente, mal aparcados. Eso sí, muchos lucían en el limpiaparabrisas un papelito doblado que indicaba que los empleados de la ORA habían pasado por allí y les habían denunciado.

Poco le importó eso al propietario de un automóvil mal aparcado y con papelito. Cuando se le preguntó si le molestaba la denuncia, sonrió; cuando se le volvió a preguntar, esta vez si pensaba pagar la multa (caso de que le llegara a su casa, cosa que no es probable), volvió a sonreír.

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En los últimos años, la venta de boletos de la ORA ha caído en picado. De casi 16 millones de horas vendidas en 1983 -cuando este sistema llevaba implantado tres años- se ha pasado en 1995 a 1.380.000.

Otro dato que ilustra la agonía de esta medida: cuando se implantó, 800 controladores peinaban las 17 cuadrículas en las que estaba dividido el territorio ORA. La mayoría de estos hombres eran antiguos cobradores en los autobuses de la EMT. En estos momentos, poco más de trescientos empleados recorren el mismo terreno. El grupo municipal socialista denuncia no sólo la inoperancia del sistema, sino el gasto que acarrea. "El sistema de la ORA cuesta 1.402 millones de pesetas anuales; es decir, si dividimos por el número de horas que se venden, resulta que el coste medio de cada hora controlada cuesta 2.994 pesetas", advierte Eugenio Morales, portavoz de circulación del grupo municipal socialista.

"Es obligatorio arbitrar un sistema. Hay dos posibilidades: o se restringe el centro de la ciudad a los coches, cosa que se hace en otras ciudades europeas, o se le pone precio. Esto último es la ORA, pero hay que reformarlo, porque no funciona nada", añade Morales. El concejal socialista opina que la gente no respeta nada la ORA. "Es normal, no te pasa nada si no pagas", dice. "De las multas que se tramitan, que ya son muchas menos que las que se ponen, al infractor le llegan muy pocas, y muchas fuera de plazo".

Los hombres de azul, esto es, los controladores de la ORA -llamados así por el color de su sobretodo-, conscientes de que las denuncias que ponen por infringir la normativa de la ORA quedan impunes la mayoría de las veces, también se dedican a vigilar otras infracciones. Sobre todo desde diciembre. Un controlador, que prefiere no decir su nombre, ha comentado que "altos cargos" de su departamento les han aconsejado que se dediquen más a otras infracciones. "Y eso hacemos", comenta el controlador.

¿Cuándo empezó a venirse abajo todo el entarimado de la ORA? Según el controlador, hace seis años. "Entonces todos comenzaron a desmadrarse y ya no hubo solución", añade. Es cierto. Si bien la venta de boletos de la ORA descendió desde 1983, de 1988 a 1989 bajó casi en dos millones.

Con todo, los controladores no se desmoralizan: "Mire; yo no sé si pagan o no", dice uno, "pero, cuando nos ven poniendo una denuncia, en seguida salen para decir: '¡Eh!, un momento".

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