Las dos laderas de Julio Caro Baroja
El Colegio Libre de Eméritos inicia el lunes 26 una serie de conferencias en recuerdo y homenaje de quien fuera uno de sus miembros más sabios y respetados: Julio Caro Bareja, muerto el 18 de agosto de 1995.Julio Caro era sabio por la ingente acumulación de lecturas ajenas y experiencias propias y, sobre todo, por la extraordinaria capacidad de ensamblar los conocimientos para facilitar la comprensión de lo ocurrido, desde la historia de las religiones a los usos, costumbres y fiestas populares, la intolerancia de la Inquisición, la historia de los judíos y moriscos, la. de los vascos, la vida cotidiana de los saharauis, la literatura de cordel y un etcétera tan amplio y multidisciplinar que su simple enumeración remite a un enciclopedismo insólito.
Fue respetado, porque todo ello lo hizo al margen de las vanidades y prebendas, tan frecuentes entre quienes se demuestran incapaces de dominar su propio narcisismo al equiparar, torpemente, el reconocimiento oficial con la autoestima, los halagos con la sinceridad y, el éxito con una oposición vitalicia de funcionario-docente.
Pero además de sabio y respetable, o quizá como consecuencia de ello, fue también un crítico irreductible ante la estupidez y la vulgaridad, lo que casi equivale a decir ante lo establecido. La veneración que sienten algunos pueblos y culturas, mal llamados primitivos por la ancianidad, encuentra en gente como Julio Caro la justificación absoluta de su razón de ser. De igual modo, el desprecio con el que se trata a los mayores en las culturas de los países mal llamados desarrollados, encuentra también en él la explicación de su mezquindad. Julio Caro, y tantos otros que compartieron el mismo concepto de la (dignidad, poseyeron el más terrible y justo de los atributos: la memoria. Escuchar a Julio Caro sus comentarios sobre tanta lumbrera nacional era asistir a la destrucción de la egolatría injustificada. Académicos, políticos, artistas.... una buena parte de la fatua inteligentísima autóctona, no resistían ni medio asalto dialéctico de quien no había olvidado los orígenes o chapuzas con las que se encaramaron al carro de los triunfadores. Podía ser, o parecer, arbitrario en ocasiones, pero había soportado con educación demasiada desmemoria ajena, desde aquel engolado catedrático dé Historia que obtuvo su plaza en los años cuarenta ante un atribulado tribunal, al enseñar sus heridas de guerra y comentar que "yo no sabré mucho de Historia, pero la hice", hasta el imborrable recuerdo de la cola de ancianos que soportaban a la intemperie el frío invernal madrileño para cumplir el requisito de presentarse periódicamente ante la autoridad competente por haber sido masones. Por contra, jamás negó un elogio a quien creyó merecérselo, y ahí están las numerosas páginas de artículos, prólogos o recensiones escritas a lo largo de su vida para comprobarlo.
Amante de su gente y conocedor riguroso de su historia, sabía que sólo la tolerancia podía desbrozar el tortuoso camino por el que transita el ser humano desde la noche de los tiempos para, de esa forma, descubrir y gozar de la belleza que ese mismo ser humano, por paradójico que parezca, es capaz de crear. Una forma de entender la convivencia cada vez más anhelada en un país. en el que un reducido grupo de sectarios explican su concepto del respeto con casquillos del calibre 9 milímetros Parabellum.
Julio Caro gustaba decir que la vida tenía dos laderas: una primera empinada, ascendente, que se sube con entusiasmo y esperanza, y otra descendente en la que, a su juicio, el objetivo principal no era otro que el de prepararse para una muerte íntegra y sencilla. Sin duda el ciclo de conferencias que comienzan en su honor es, también, el agradecimiento sincero a quien supo recorrer con intensidad y coherencia las dos laderas de la vida.El ciclo sobre Julio Caro Baroja se celebrará en San Pablo Ceu, de Madrid, a las 19.30 e intervendrán: Manuel Abrar (día 26 de febrero), Domingo García-Sabell (27), Fernando Chueca Goitia (28), Manuel Fernández Álvarez (29), Miguel Artola (4 de- marzo), José María Blázquez (5), Vicente Palacio Atard (6) y José Luis Pinillos (7).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.