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Tribuna
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Pensar

Juan José Millás

No sé si se habrán enterado de que Sarah Balabagan ya recibió los cien azotes a que había sido condenada en los Emiratos Árabes Unidos. Se los dieron de veinte en veinte, y según los observadores internacionales enviados para la ocasión, los golpes fueron de mentira, pues la espalda de la niña permanece intacta. La reacción de los Emiratos estos, o lo que sean, frente al escándalo mundial provocado por todo el proceso de la adolescente, que previamente había sido violada y condenada a muerte, ha sido curiosa: en lugar de suprimir el castigo, decidieron ejecutarlo, pero sin apretar. Así que le dijeron al verdugo que golpeara con cuidado, porque si se le ocurría hacerle un rasguño se la cargaba.Y el verdugo, claro, tuvo que practicar mil equilibrios con el látigo para no cargársela. Pero lo curioso es que en EE UU, por ejemplo, donde a las ejecuciones acuden también multitud de observadores, la función de éstos no es comprobar que no hacen daño al reo, sino certificar que se ha muerto bien muerto con el gas, los voltios o la inyección letal. No sabe uno qué es más civilizado, la verdad, ni más absurdo, si lo de los Emiratos Arabes o lo de EE UU. Seguramente sería chocante que los observadores asistentes a una ejecución norteamericana en la cámara de gas salieran de allí contando a la prensa que el condenado no había sufrido un solo ahogo y que se encontraba perfectamente bien después de haber sido ejecutado, que es lo que ha sucedido con Sarah.

Sin embargo, uno prefiere esa situación absurda de los Emiratos Árabes Unidos, o lo que sean, a la actitud perfectamente lógica de las ejecuciones estadounidenses. Lo malo es que a estas alturas del siglo tengamos que elegir entre una irracíonalidad que humilla y una lógica que mata. Deberíamos hacer un esfuerzo por pensar.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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