¿Por qué los japoneses no pueden decir carro?
La adaptación del cerebro a la lengua materna hace perder competencias frente a otros idiomas
Está comprobado que en los primeros meses de vida, los niños son capaces de percibir y distinguir cualquier sonido de cualquier lengua. ¿Por qué razón, pues, los adultos japoneses, por ejemplo, son incapaces de distinguir la r de la l? ¿Por qué a un castellano le resulta tan difícil pronunciar la frase catalana setze jutges d'un jutjat mengen fetge d'un penjat? Y más: ¿por qué un extranjero siempre tiene la impresión de que los autóctonos hablan a una velocidad inverosímil? ¿Y por qué es tan difícil llegar a pronunciar bien una lengua extranjera?Algo ocurre en el cerebro durante los primeros meses de vida que hace que los niños pierdan esa plasticidad innata de sus neuronas para percibir y distinguir cualquier tipo de sonido. Y ese algo tiene que ver con la lengua materna.
"Durante los primeros meses de vida el niño aprende a distinguir la lengua materna del resto de los sonidos de tal modo que a partir del primer año adquiere una gran competencia sobre la lengua propia, pero a costa de perder habilidad para captar y reproducir sonidos distintos de otras lenguas", explica Núria Sebastián, profesora del departamento de Psicología Básica de la Universidad de Barcelona, que acaba de montar el primer laboratorio de investigación que existe en España sobre la percepción y comprensión del habla por parte de niños muy pequeños.
Parece que las características particulares de la lengua que aprende el bebé originan unos cambios en la percepción, una especie de adaptación orgánica del cerebro a las exigencias de esa lengua. Es como si el idioma actuase como un factor de especialización del cerebro, y eso ocurre en los primeros meses de vida.Niños lobo
"Por eso, los llamados niños-lobo, que han vivido completamente aislados sin ningún tipo de estímulo, no pueden adquirir una competencia total sobre el lenguaje. Todo lo más consiguen un rudimento de idioma que les permite una comunicación muy elemental", explica Laura Bosch, también del departamento de Psicología Básica.
Si las condiciones de aprendizaje son normales, a los tres años, la inmensa mayoría de los niños, incluidos los que pertenecen a un medio más pobre y con menos estímulos, tiene un nivel de competencia de su lenguaje muy importante. Dominan la estructura y son capaces de expresar ideas complejas.
El proceso de adquisición del lenguaje comienza en los primeros meses. Cuando los bebés no tienen siquiera capacidad física para articular palabras, ya son capaces de distinguir entre la lengua materna y otro idioma. "La adquisición de la lengua materna se produce durante el primer año y, en paralelo, va perdiendo parte de las habilidades iniciales, de modo que hacia los 10 meses, los bebés ya no son capaces de distinguir consonantes diferentes de las que pertenecen a la lengua materna", explica Núria Sebastián.
Pero, ¿cómo se ha podido averiguar esto si los niños no hablan? "Mediante estudios de succión no nutritiva", responde Núria Sebastián. No ha sido fácil, pero los investigadores han encontrado un método indirecto que permite interpretar cómo aprende el bebé: "Se coloca en la' boca del niño una tetina que él va succionando mientras oye el sonido de una lengua, recitada por un locutor. Cuando cambiamos de lengua, se produce un estímulo cerebral y una respuesta automática que se refleja en una mayor intensidad en la succión. En cambio, cuando el niño oye el mismo estímulo durante un rato, o no es capaz de percatarse de que se ha producido un cambio de lengua, entonces se aburre rápidamente y succiona menos".
El Laboratorio de Ciencias Cognitivas del Centro Nacional de Investigación Científica de París aplicó este método a niños de cuatro días. En ese experimento se compararon lenguas de estructura y fonología muy distinta, y se comprobó que los niños eran ya capaces, a los cuatro días, de distinguir cuándo se producía un cambio de lengua. Pero esa es una capacidad que no tardará en perder.A los dos meses y medio, los niños saben distinguir perfectamente entre la lengua materna y cualquier otra lengua, pero ya no pueden distinguir entre otras dos lenguas distintas de la materna. "Es el primer paso de la especialización. Como si el cerebro decidiera concentrarse en la lengua propia y prescindir de lo que en ese momento no le es útil", indica Laura Bosch.
El niño aprende primero las vocales. A los seis meses, puede distinguir las vocales de su lengua de las vocales distintas de otros idiomas. Y a los siete meses y medio tiene capacidad para identificar secuencias de sonidos equivalentes a palabras.
Mucho antes de que todo esto se demostrara, la sabia intuición de los padres había comprobado ya esta capacidad; por eso se dirigen al niño con aquello de gu, gu, cuchi, cuchi y otros sonidos que no significan nada, pero que los bebés interpretan rápidamente.
El enigma de los niños bilingües
Se sabía que el lenguaje ocupa un área específica del cerébro. Pero ahora se sabe además que es la lengua materna, más propiamente, la que ocupa la mayor parte de las zonas del cerebro involucradas en el lenguaje. De modo que si posteriormente se aprende una segunda lengua, cuando se utiliza ésta, se activan partes del cerebro distintas de las que normalmente actúan con la lengua materna.Pero, ¿qué ocurre con los niños bilingües desde el primer momento? ¿Comparten las dos lenguas la misma parte del cerebro? ¿Tienen más competencias frente a terceras lenguas? ¿Cómo aprenden a distinguir las dos lenguas de su entorno inmediato?
Cataluña ofrece, al respecto, un campo de ensayo excepcional, pues hay muchos niños que desde el primer día de su vida oyen. indistintamente catalán y castellano. El catalán tiene vocales neutras y eses sonoras de las que el castellano carece. ¿Qué mecanismos permiten a los niños bilingües no confundir los sonidos propios de cada una de las dos lenguas? Éstas son cuestiones sobre las que apenas se han hecho estudios; por eso, el iniciado en niños de cuatro meses por Núria Sebastián y Laura Bosch ha recibido financiación de cuatro programas internacionales.
El estudio, en el que participa también el ingeniero técnico Xavier Mayoral, consiste en colocar al niño frente a una pantalla que capta su atención. A ambos lados de la pantalla se colocan unos altavoces por los que se emiten los sonidos. Se trata de medir, mediante un el análisis cronometrado de las imágenes filmadas, la rapidez con la que el niño gira la vista hacia el altavoz del que procede la voz.
Está comprobado que la gira mucho más rápidamente cuando identifica el sonido de la lengua materna. El estudio utiliza este método para analizar el comportamiento de niños de entorno bilingüe y compararlo con el de niños monolingües. También se compararán distintos grupos de lenguas.
El resultado, dentro de unos meses.
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