"Si quieres matarla, mátala"
Ernesta de la O, de 45 años, es la única superviviente del horror en serie desatado por Francisco García Escalero. La mujer, alcoholizada y con el rostro deformado por el ataque del denominado mendigo psicópata, rememoró ayer en la Sala 1 de la Audiencia Provincial de Madrid la noche en que sus pasos se cruzaron con los de Escalero. Fue a primera hora de la madrugada del 1 de junio de 1993.Ernesta se dirigía hacia un 7Eleven (ella lo denominó "un siete de ésos") situado en las proximidades de la avenida de América: "Yo quería un café, ¿sabe usted? Pero me senté en un banco antes de llegar. Entonces se sentaron cerca de mí esos dos, El Rubio [Angel Serrano Blanco, quien también murió asesinado] y éste [García Escalero]. Me preguntaron si tenía dinero y nos metimos en el sitio ése".
Una vez dentro del establecimiento, los dos mendigos sujetaron a Ernesta del brazo. Ella, asustada, intentó liberarse, incluso pidió auxilio: "Dije a la chica de la tienda que llamase a la policía, pero me dijo que no le iba la línea".
Los dos hombres, ante la pasividad del vigilante del establecimiento, sacaron fuera a la mujer. Cogida por los brazos -Escalero le agarraba el derecho y El Rubio el izquierdo-, la arrastraron hasta un solar de la calle del Corazón de María, al tiempo que le decían que ella era "su esposa".
La tortura
"Allí me empezaron a quitar la ropa. No me dejaban. Me tocaban, como en un juego de imaginación. Les movía como una potencia. El Barbas [García Escalero] se apartó un momento a fumarse un cigarrillo, mientras el otro me ponía sobre un banco y comenzaba a doblarme la mitad del cuerpo. Me clavaba la cabeza en tierra, me rompía los riñones contra la piedra".García Escalero, entretanto, contemplaba la escena tranquilo, atento a su pitillo. Incluso, según el testimonio de Ernesta, le dijo a su compañero: "Si quieres matarla, mátala".
El ataque acabó, según consta en el sumario, con un navajazo en la cara y varias pedradas en la cabeza de la mujer. Los dos mendigos la dieron por muerta y la abandonaron. Pero Ernesta de la O sobrevivió y presentó denuncia. Sólo cuatro meses después, con la confesión de García Escalero, se descubriría al supuesto autor de la agresión.
Ernesta vive ahora con su padre, un jubilado de 70 años. Por las mañanas sale a las nueve de su casa -en San Blas- y se va a beber. Vuelve de madrugada. Su habitación, con vistas a los descampados del este de Madrid, está repleta de cartones de vino vacíos. Pese a las secuelas del ataque, carece de cualquier ayuda social. Ayer, antes de entrar en la sala, decía sentirse asustada. "Temo que El Barbas me pille y me haga algo". Al decir esto, la mujer, acompañada de su padre, lloraba. También lo hizo después de declarar.
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