_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La ONU no ha fracasado en los Balcanes

¡No! ¡Las Naciones Unidas no ha fracasado en su misión en la antigua Yugoslavia! Precisamente ahora que acaba de terminar el mandato de la Fuerza de Protección de la ONU en Bosnia y que la unidad multinacional lfor ocupa su lugar bajo la dirección de la OTAN, me gustaría recalcar que la organización internacional ha desempeñado -y sigue desempeñando- un papel sobresaliente en el proceso de paz en los Balcanes.¡Qué no se habrá dicho de la ONU a lo largo de estos tres años, y qué no se le habrá reprochado! Ya sé que es difícil para la opinión pública imaginar las numerosas facetas de este complejo y cambiante conflicto. Entiendo su exasperación por el continuo cerco al que ha estado sometida año tras año Sarajevo, símbolo de la unión pacífica de las etnias. Y comparto la indignación de todos aquellos que no se quieren resignar a que se eche a la calle a mujeres y niños y a que se asesine a hombres desarmados en medio del campo.

Pero tampoco puedo aceptar que se haga responsable implícitamente a las Naciones Unidas de la duración de la guerra, como viene ocurriendo desde hace tiempo, o, todavía peor, que se la acuse de impotencia, cuando no de pasividad deliberada.

En los últimos años he tenido que oír muchos reproches injustos contra la ONU, algunos de los cuales procedían de sectores que generalmente están bastante poco interesados en el funcionamiento eficaz de la organización internacional. Y, a menudo, he visto cómo se reprendía a la ONU para desviar la atención de la indecisión personal o de la falta de consenso entre los Estados miembros. En estas circunstancias, no debería extrañar a nadie que la ONU se convirtiese en la cabeza de turco de la comunidad internacional. Sólo puedo aceptar esta política de los Estados miembros si sirve -y mientras sirva- a la paz.

Sin embargo, por el bien de la verdad, de la historia y de todos aquellos que dieron la vida por la bandera blanquiazul de las Naciones Unidas, es mi deber corregir algunas declaraciones erróneas. Sobre todo quiero destacar la labor que ha hecho -y que seguirá haciendo- la ONU en la antigua Yugoslavia.

El mandato en virtud del cual se envió a los cascos azules a los Balcanes fue contradictorio desde el principio, ya que se aprobó una resolución para mantener la paz en una región en la que no había paz. Nuestras tropas, equipadas para la supervisión neutral del final de un conflicto militar, se encontraron de repente metidas en la lista de bandos en guerra. Su misión era restablecer la paz, pero se vieron enfrentadas con la cruda realidad de la guerra.

Esta contradicción básica explica los numerosos cambios y ampliaciones del mandato de Unprofor por parte del Consejo de Seguridad de la ONU. Una y otra vez se hizo caso omiso de las peticiones que dirigí al Consejo de Seguridad y a los Estados miembros para que pusieran a disposición de los cascos azules los medios necesarios para llevar a cabo su misión. Cuando se establecieron las zonas de seguridad, también insistí en que serían necesarios por lo menos 34.000 soldados para garantizar su defensa. Recibí 7.600, que llegaron demasiado tarde y mal equipados.

Sin embargo, es de sobra conocido -y en los últimos años he tenido que insistir continuamente en este punto- que la paz sólo es posible cuando existe una voluntad política adecuada no sólo por parte de las facciones en lucha, sino también por parte de terceros Estados interesados y, especialmente, de las grandes potencias.

En el caso de la antigua Yugoslavia, durante mucho tiempo no se dieron ninguna de las dos condiciones. Los bandos enfrentados se prometían más ventajas si continuaba el conflicto que si había negociaciones. Y las grandes potencias tenían que vencer sus propias dificultades para poder ponerse de acuerdo sobre un camino claro hacia la paz. Durante este tiempo, los soldados de la ONU y sus compañeros civiles cumplieron diariamente sus tareas -incluso las que parecían imposibles- en las condiciones más adversas.

Por ejemplo, las Naciones Unidas ha realizado una labor extraordinaria en el ámbito humanitario: desde finales de 1991, la campaña de la ONU para ayudar a los refugiados ha repartido más de un millón de toneladas de víveres. Sin ellos, ¿qué habría sido de los tres millones y medio de personas que la guerra expulsó de su hogar?

En Sarajevo, la ONU organizó a partir de julio de 1992 el puente aéreo más largo de la historia; más de 20 naciones participaron en esta misión. Sin él, ¿qué habría sido de Sarajevo y de sus habitantes? ¿Cómo habría sido posible evacuar de otra manera a los heridos? ¿Y cómo habrían podido si no llegar a la ciudad los periodistas para hacer que el mundo abriese los ojos ante la tragedia que tenía lugar allí?

Las Naciones Unidas ha trabajado infatigablemente durante tres años para mantener el abastecimiento básico de Sarajevo, en medio de lluvias de bombas y otros peligros y en las condiciones meteorológicas más inclementes.

Pero todavía no he mencionado la heroica misión diaria de nuestros cascos azules, su ayuda desinteresada a la población, su paciencia y su constancia ante las facciones en conflicto.

Pero la labor de la ONU en la antigua Yugoslavia no se acabó ahí, ni mucho menos. Frente a una falsa creencia extendida, la ONU sigue presente en los Balcanes, ya que tiene que cumplir igual que antes la importante tarea de garantizar la paz -en estrecha: cooperación con la OTAN- para que se pueda delegar de la mejor forma posible la responsabilidad de la misión en la nueva unidad multinacional Ifor.

La ONU también mantiene su actividad en Bosnia, por ejemplo, con su apoyo al contingente de la policía internacional, a la reconstrucción de la economía y a la ayuda a los refugiados. Y por último, abogará por la defensa de los derechos humanos en estrecha colaboración con otras organizaciones.

Además, sigue habiendo otras regiones en los Balcanes -como la Eslavonia oriental croata- donde la situación es tan precaria como antes. Una vez más, el Consejo de Seguridad encomendó -y sigue encomendando- a la ONU sus misiones más difíciles y peligrosas. Por último, no hay que olvidar que el estacionamiento preventivo de cascos azules en Macedonia (que aún continúa) ha contribuido poderosa-

Pasa a la página siguiente

Butros Butros-Gali es secretario general de las Naciones Unidas.

La ONU no ha fracasado en los Balcanes

Viene de la página anteriormente a impedir que el conflicto se extienda hasta esta región. La historia ya nos ha enseñado los estragos que puede causar la propagación de conflictos en los Balcanes.

No me queda sino repetir que la ONU no ha fracasado en su misión en los Balcanes. Los esfuerzos -y, en muchos casos, el sacrificio personal- de sus cascos azules no fueron en vano.

La ONU tiene la obligación histórica de cumplir las tareas que le asigne la comunidad internacional, aunque a veces sean tareas ingratas. Pero nadie debería pasar por alto que la ONU es, por encima de todo, el espejo de la voluntad de sus Estados miembros. Y está condenada a la impotencia cuando no recibe los medios adecuados -sobre todo, los medios económicos- para llevar a cabo su cometido.Por otro lado, la ONU no es nada sin el apoyo de la opinión pública. Sin este apoyo, no sólo se ve mermada su efectividad, sino que también desaparece su legitimidad, ya que la opinión pública es la base de la voluntad política de los Estados miembros. Y sin voluntad política es prácticamente imposible la diplomacia multilateral al servicio de la paz. Sería una pequeña esperanza para la humanidad que la tragedia de la antigua Yugoslavia llevase a la opinión pública internacional a asumir finalmente su responsabilidad respecto a los elevados ideales encarnados en la Carta de las Naciones Unidas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_