Un aprendiz de Periodista y un corresponsal veterano
Jesús Chapela, de Pontevedra, estudiante del primer curso de Periodismo de la Facultad de Ciencias de la Información de Santiago de Compostela, se ha dirigido al Defensor del Lector para criticar unas informaciones de nuestro veterano corresponsal en Alemania José Comas. Escribe el joven estudiante: "Me dirijo a usted porque considero que EL PAÍS es el espejo en donde cualquier aspirante a periodista le gustaría verse reflejado. Pero también le escribo como lector habitual de su diario y, como tal, exijo al producto siempre lo máximo. Rigor, credibilidad y veracidad son características intrínsicas que yo estimo que posee EL PAÍS, pero esta vez le escribo con una clara actitud crítica".Chapela se refiere a la información enviada por Comas acerca de la muerte de diez personas en un refugio de extranjeros en Alemania, en la que se apuntaba desde el primer momento la hipótesis del atentado nazi, cosa que más tarde quedó descartada sin que, según el estudiante, apareciera claramente reflejado en la información posterior. El futuro periodista ha sido tajante en su juicio: "La noticia supone un modelo", escribe , "de lo que nunca se debe hacer, ya que contradice una y otra vez los principios del propio periódico y el código ético de cualquier profesional de la información".
El corresponsal en Alemania, aunque hubiera tenido buen juego poniendo de relieve las faltas de ortografía, a veces garrafales, que aparecen en la carta del estudiante, ha querido responderle con respeto y con detalle, precisamente por tratarse de un "futuro compañero de profesión".
Desde Bonn, Comas escribe:"Ante todo, agradecer al futuro colega Jesús Chapela por la oportunidad que me da de aliviar mi conciencia, hacer contrición de corazón y auténtico propósito de enmienda. No tengo más remedio que reconocer que mi primera información sobre el incendio de Lübeck, aparecida en EL PAÍS el pasado 19 de enero, ingresará en mi egoteca, donde almaceno más de 4.000 recortes con crónicas publicadas, con todos los honores: la mayor metedura de pata de mis 20 años de carrera periodística, iniciada tras la muerte del glorioso Caudillo".
Y añade: "Entonado este mea culpa, provocado más que por el juicio yo diría consejo de guerra a que me somete Chapela, pasaré a alegar algo por si pudiera servir de atenuante. Sólo soy responsable de la información, sin comillas como las que pone en tono despectivo el joven Chapela, que aparece firmada, no de los titulares, fotos, editoriales o careta de portada. No obstante, repito que me equivoqué al atribuir ese primer día el incendio a unos presuntos neonazis. Perdón por lo de presuntos, pero creo que así se debe escribir, aunque estoy dispuesto a admitir otras opciones. Esta apreciación mía de que todo había sido obra de neonazis puede haber desencadenado e inducido a los colegas en la Redacción a darle el tratamiento que dieron a la información. Por eso no trato de excusarme de la parte que me corresponde".
Dicho lo anterior, Comas puntualiza: "A pesar de esto, debo añadir en mi descargo que casi toda la prensa, alemana e internacional, que trató ese día el tema incurrió en el mismo error. La cosa es muy simple. Como se dice ahora en la jerga española, "blanco y en botella, ergo la leche". La policía declaró que había tres detenidos, uno al menos con la cabeza rapada e indumentaria militar. El fiscal de Lübeck abrió un sumario contra ellos, por sospecha de incendio intencionado y asesinato. El alcalde de la ciudad lloró y apeló a la desobediencia civil para protestar contra el racismo. La máxima autoridad de Alemania, el presidente federal Roman Herzog, dijo en un solemne discurso ese mismo día que, "si se trata debeck, adonde me desplacé para informar sobre el terreno, a pesar de padecer una fuerte gripe y de que la helada era terrorífica. No cuento esto para ponerme medallas, sino sólo para advertirle al futuro colega lo que va incluido en el sueldo de corresponsal. En esas crónicas recogí lo que me dijeron en la ciudad la policía, los fiscales, los políticos locales, los asilados políticos, los supervivientes y familiares de los muertos. Fue un trabajo yo diría notarial, de constatación de los hechos palpables en el lugar. Ya se reflejan allí con abundancia las dudas sobre la causa del incendio. La cuarta crónica, escrita de vuelta en Bonn, irrita al estudiante de periodismo pontevedrés, y aquí, de verdad, no veo el motivo. ¿Qué más rectificación se puede puede pedir? Escribí en la entradilla: "No fue un atentado racista o xenófobo cometido por neonazis, tal como parecía en un primer momento". Añado la noticia de la detención de un libanés de 20 años sospechoso de haber cometido el hecho.
Y concluye el corresponsal de Bonn: "Creo que la rectificación es evidente y suficiente, pero, por si no le parece bastante, estoy dispuesto a repetir aquí mi autocrítica y flagelarme por haber apreciado de forma errada lo ocurrido en mi primera crónica".
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector o telefonearle al número 91/3377836
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