Un voto, un alma
Mientras enterrábamos a Tomás y Valiente, la Bolsa subía como loca hasta alcanzar un máximo histórico. El dinero sólo se pone de luto cuando cae la demanda de tejido negro, para que el traje le salga más barato. Los inversores se engolfaron en el mercado de futuros: quieren estar ahí el 4 de marzo, junto a la nueva mayoría, así que compraban sin ton ni son; algunos adquirían acciones nuevas sin haberse desprendido de las viejas, como Boyer, que se dio de baja física en el PSOE a los cuatro días de haberse dado de alta moral en el PP, así que durante varias jornadas se presentó al trabajo con un cuerpo de izquierdas y un alma de derechas, no sé qué pensarían las Koplowitz. Confusión emocional, en fin, como cuando la cabeza apunta en una dirección y el corazón en otra. Ignoramos hacia dónde mira el corazón de los españoles, pero su cabeza, desde luego, corre tras la estela de Aznar: "Tendrás mi cuerpo, pero no mi alma", le dice el ciudadano desde las encuestas. Y a Aznar, como a cualquier candidato, lo que le interesaría, en principio, es el cuerpo, o sea, el voto, que los políticos van a lo que van y luego si te he visto no me acuerdo. Pero parece que no, que se siente tan seductor que ha decidido que además del cuerpo del elector, quiere su alma, por eso se marchó a merendar con Alberti: tiene miedo de que al final, aunque gane por mayoría suficiente, no le cuadren los cuerpos con las almas, como en un cuento memorable de Gonzalo Suárez, y se vea obligado a gobernar sobre un pueblo de zombis.Así que desde ahora al 3 de marzo, mientras sus colaboradores se dedican a congelar los cuerpos que caen en las redes de las encuestas, él se va a entregar por entero a la recolección de espíritus. Un voto, un alma, debería ser el lema de su campaña. Más aún: en Génova tendrían que haber abierto ya un taller que diera la vuelta a las conciencias como antes se daba la vuelta a los abrigos.
-Qué suave, ¿lavada con Perlán?
-No, es que le han hecho un arreglo en los detalles del PP y parece un alma completamente nueva.
Y mientras Aznar seducía al poeta de Cádiz, los militantes se preparaban para la pega de carteles. En los alrededores de Génova, al filo de la media noche, tropecé con un suceso lírico.
-El cartel es el sello con el que franqueamos el programa, dijo un militante poeta, o quizá un poeta-militante del PP al que pregunté si eso servía para algo.
-Los sellos se pegan con la lengua, respondí.
Al final, logró convencerme de que era mejor pegarlos con engrudo porque el engrudo, como la cultura, no es de derecha, ni de centro, ni de izquierda, o sea, que se trata de un líquido más conciliador que la saliva. Lo que decía: que van a por las almas. Entonces recordé la historia de una mujer que enviaba a su novio preso medio gramo de heroína detrás del sello de sus cartas de amor, así que despegué clandestinamente uno de los carteles de Aznar, para ver con que quiere drogarnos, pero no había nada. Mañana más.
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