Dignidad
¿Qué es en realidad la dignidad, esa palabra que tanto deambula por los discursos públicos, esas tres sílabas que todo el mundo chupa como si se trataran de un caramelo? Yo diría que la dignidad es una medida interior, un atributo de la mirada con que uno se reconoce a sí mismo. La dignidad es el espejo íntimo que reproduce nuestra imagen soñada: no lo que somos, sino lo que queremos ser. Y ese sueño de lo mejor de nosotros nos hacer verdaderamente ser mejores.En definitiva la dignidad es algo tan simple como la libertad de ser o de intentar ser lo que queremos; y el derecho a decidir por nosotros mismos. Una de las privaciones más duras de la ancianidad. extrema, cuando va unida al deterioro fisico o mental, es ese rstorno a la incapacitación de la niñez primera. Y así, el anciano es tratado como un bebé y a lo peor no puede ni siquiera decidir a que hora se levanta o cuando come. Se desespera, porque se siente, humillado. No controla su propia vida, eso es lo indigno. Ese es el castigo supremo de los presos, la tortura mayor de los esclavos.
Todo esto viene a cuento de Mariano José Martínez, el mendigo que ha denunciado al alcalde pepero de Granada porque éste pretende internar a los pordioseros en albergues, durante el Mundial de esquí, para limpiar las calles. La aberración de esa medida hipócrita y estúpida es tan evidente que no merece la pena ni insistir. Me interesa mucho más el íntimo coraje de Mariano, su desarrollado sentido de sí mismo a pesar de vivir en el naufragio: él se asume como mendigo y reclama su derecho a mendigar. Hay algo emocionante en esa pequeña épica privada que consiste en seguir respetándose a sí mismo por encima de la marginación y la desgracia. No rendir jamás la voluntad de ser: supongo que eso es la dignidad, precisamente.
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