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Un policía condenado por pegar en un hospital a un preso con sida terminal, ciego e inválido

Jan Martínez Ahrens

El custodio se convirtió en torturador. La noche de¡ 12 de abril de 1995 Emilio Sánchez Ruiz, de 37 años, enfermo terminal de sida, ciego e inválido, fue golpeado por el policía nacional, Carlos A. R., que le vigilaba en el hospital de. La Princesa. Fueron varios puñetazos en la cara y el pecho, así como una incisiva patada en la pierna. La paliza se debió, según la familia del enfermo, a que Sánchez Ruiz protestó porque el agente puso el televisión de la habitación en marcha. Después de los golpes, el policía acusó al enfermo por "ofensa a agente de la autoridad". El juez, sin embargo, ha condenado a 30 días de arresto al policía por una falta de agresión. Emilio Sánchez murió a los dos meses de la paliza.

La condena, hecha pública ayer por la Asociación contra la Tortura, ha sido dictada por el Juzgado de Instrucción número 29 de Madrid. La sentencia considera que la denuncia del enfermo fue avalada por dos testigos "plenamente objetivos", quienes dieron respuesta "más que convincente a cuantas interrogantes y dudas surgieron en el juicio".Uno de estos testigos era la abogada Amalia Alejandre, quien recuerda la violencia que esa noche sacudió la habitación 1.017 de la sección de Medicina Interna: "El policía le empezó a pegar puñetazos en la cara y en el tórax".

Emilio Sánchez, cadavérico en la memoria de Alejandre, recibió los golpes tumbado sobre la cama de la habitación. Solo y ciego. Un tumor cerebral le presionaba el nervio óptico y el sida le roía las últimas defensas. Apenas podía moverse. Incluso para acudir al servicio, le tenían que llevar en volandas.El enfermo había llegado al hospital procedente del penal de Navalcarnero. Su familia le describe como un hombre con gran afición a la lectura, pero hundlido desde muy temprana, edad en el abrazo de la heroína. Una sucesión de robos completaban su historia."No quiero jaleos"

En un primer momento, le acompañaba en la habitación otro preso que la noche de los hechos recibido el alta. En aquella soledad, su única compañía era el personal sanitario y la pareja de policías que le custodiaba. A las 23.00, se efectuó el relevo e iniciaron el turno los agentes Carlos A. R. y José M. V. Lo primero que le dijo Carlos -según reconoció en el juicio- es que "se estuviese callado que no quería jaleos".

Aunque la sentencia no aclara el origen de la agresión, diferentes testimonios apuntan a que el agente quiso ver la televisión -que funciona con monedas- El sonido o bien el desplazamiento del aparato para verlo desde el pasillo, desencadenó la protesta del enfermo. La respuesta fue la paliza. La testigo Amalia Alejandre, quien visitaba a un familiar en otra habitación, vio sólo el final de la escena, pero le bastó: "Nunca he presenciado nada tan violento".

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Los hechos no quedaron en el olvido. El enfermo comunicó al día siguiente a su padre lo sucedido y éste presentó denuncia en el juzgado de guardia. La magistrada envió al hospital una comisión, que tomó declaración a la víctima y certificó las lesiones. A la semana llegó a los juzgados una minuta policial donde se establecía que el enfermo había ofendido al agente de la autoridad. Una acusación que la sentencia desarbola sin paliativos: "La enfermedad y el estado de Emilio Sánchez Ruiz impiden que tenga visos de verosimilitud la versión del denunciado: si no podía levantarse al cuarto de baño sin ayuda de terceras personas, si se encontraba ciego [ ..] , cómo pudo agredir a los agentes de policía".

Durante el juicio, los policías incurrieron en constantes contradicciones. El agente José M. V., quien acompañaba al agresor, manifestó no haber visto nada, ya que "en todo momento miraba al enfermo". Este policía ha sido absuelto.

La sentencia, que aplica la pena máxima en caso de falta por lesiones, concluye: "No existe motivo alguno que pueda impulsar a golpear a una persona tan sumamente indefensa. Simples razones de humanidad hubieran justificado un trato preferencial y, no obstante, es todo lo contrario lo que recibe por aquel llamado a custodiarle".

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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