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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Islote de la discordia

HAN ESTADO a punto de estallar las hostilidades entre Grecia y Turquía en tomo a un islote deshabitado en el mar Egeo que se halla a unas millas de la costa turca. Cuando Italia devolvió a Grecia el archipiélago del Dodecaneso, al que pertenece la roca, tras la II Guerra Mundial, el islote no se mencionaba en los acuerdos, por lo que quedó abandonado en tierra de nadie.La colocación de una bandera turca en el islote provocó esta semana el desembarco de efectivos griegos, que procedieron a reemplazarla con la enseña propia. Dicho y hecho, los tambores de la guerra empezaron a sonar a ambas orillas del mar. Una decidida intervención, sin embargo, del presidente norteamericano, Clinton, ha conseguido apaciguar la tensión y la retirada de las fuerzas de ambos bandos.

Es evidente que una ruptura de hostilidades en estos momentos, cuando el acuerdo de Dayton ha puesto fin aparente a los combates en Bosnia, hubiese creado una situación sumamente peligrosa, máxime entre dos miembros de la OTAN, como son Grecia y Turquía, que se alinean también en bandos diferentes en la crisis balcánica: Atenas con Serbia y Ankara con los musulmanes de Bosnia. A rnayor abundamiento, en los tiempos de la guerra fría había razones superiores para pedir a los dos Estados que pusieran sordina a sus querellas, mientras que ahora, desaparecida la Unión Soviética, ese muro de contención diplomática, como el de Berlín, ya no contiene nada.

La experiencia prueba lo difícil que es llevar a los dos países a una mesa de negociación para que discutan sus diferencias. Los griegos excluyen la idea misma de las conversaciones porque consideran que el Egeo es sólo suyo, en tanto que los turcos cifran su esfuerzo en, por lo menos, preservar su soberanía sobre las islas que se hallen dentro de las seis millas de sus costas. La mediación norteamericana, sin embargo, debería servir ahora de acicate para ir más allá de esa simple maniobra de contención y convocar a las partes, como se hizo en Dayton, a que de una vez se sienten a hablar de paz.

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