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La demanda de los aprendices de música desborda las escuelas munciipales

Javier Sampedro

Las 14.000 personas, en su mayoría de corta edad, que estudian música en Madrid tienen pocas probabilidades de llegar a conocerse en su vida. En la región hay ocho conservatorios dependientes del Ministerio de Educación, uno del Gobierno de Madrid y otro de ambos a la vez; 40 escuelas municipales de música; 30 centros privados autorizados y un número indefinido de academias musicales no oficiales, sin contar a los profesores particulares titulados y por titular. El truco para no perderse en ese laberinto es casi siempre olvidarse del conservatorio y de sus títulos.

"Muchos padres siguen obsesionados por la titulitis, y, cuando se plantean que sus hijos aprendan un instrumento, lo primero es matricularles en un conservatorio", señala el subdirector general de Enseñanzas" Artísticas del Ministerio de Educación y Ciencia, Javier García-Velasco. "En el 99% de los casos, sin embargo, esos niños no van a dedicarse a la música".Desde 1992, las administraciones están tratando de restringir los 10 conservatorios madrileños a la formación de músicos profesionales y profesorado. La idea es que el resto de la demanda -niños y adultos que quieren adquirir cierta cultura musical y aprender un instrumento por placer- sea absorbida por las escuelas de música. Los problemas son numerosos.

Las escuelas son insuficientes. Este año estudian en ellas casi 8.000 alumnos, y en todas hay listas de espera que nadie se atreve a cuantificar. La Comunidad prevé que se requerirán 50.000 plazas de aquí a cinco años, lo que implicaría multiplicar por seis la oferta actual.

Y para eso hace falta dinero. Las escuelas de música están financiadas por los ayuntamientos (al 50%), por la Comunidad (con subvenciones para equipamiento y otras ayudas) y por los propios alumnos, que pagan entre 100.000 y 125.000 pesetas anuales. En muchos municipios, los presupuestos no dan más de sí. La reconversión como escuelas de los antiguos conservatorios elementales (o "centros reconocidos") supone que el profesorado pase de depender del ministerio a hacerlo de los ayuntamientos. Garcia-Velasco, cuyo departamento dedica 100 millones a subvencionar las escuelas, se compromete en estos casos a "ceder" a los profesores, es decir, a seguir pagándolos.

Otro escollo tiene que ver con las inercias culturales y sociológicas. Los municipios que contaban con conservatorios se resisten a verlos degradados a unas. escuelas de música que no extienden títulos ni enmarcan diplomas. Pese a todo ello, tanto García-Velasco como la jefa de servicios de música de la Comunidad, Rosario -Duce, insisten en que las escuelas de música. son la solución ideal para la gran mayoría. Ofrecen una enseñanza abierta y flexible", explica Duce, "crean buenos aficionados a la música y además siempre es posible presentarse a una prueba y acceder a un conservatorio si el alumno tiene aptitudes".

Víctor Pliego, profesor del Conservatorio Arturo Soria y autor. de la Guía para estudiar música (editorial Arte Tripliaria), ve las cosas de manera muy distinta. "Un niño de ocho años no puede saber si quiere o no ser un profesional", sostiene. Según él, las escuelas ofrecen una enseñanza deficiente. "Dividir la enseñanza musical en conservatorios para profesionales y escuelas para juguetear es absurdo", concluye Pliego, "porque sólo hay una forma de enseñar. El sistema está diseñado para virtuosos precoces, y para tocar en una orquesta no hay que ser Rubinstein".

En el ministerio discrepan. "Con la competencia actual, cualquier atril de una orquesta debe ser un virtuoso", asegura García-Velasco. El que no aspire a ese nivel de excelencia tiene que conformarse con las escuelas de música.

La tercera pata de, la silla -los centros privados autorizados- también chirría. Frederic Salvador, directivo de la Asociación de Centro! Privados de Enseñanza (Acade), asegura que el nuevo plan de 1992 les ha puesto en graves dificultades. Gran parte de la clientela de estos centros exige una enseñanza homologable como una alternativa de pago a los saturados conservatorios. "Antes", explica Salvador, "presentábamos a los alumnos cada año a los exámenes y les podíamos dar un título; ahora eso ya no existe".

Escuelas de Música. Información en la Consejería de Educación (Alcalá, 31; metro Sevilla) y en el Servicio de Enseñanza de la Comunidad (Asiabán, 1, 2º piso; metro Sevilla.

Nadie quiere tocar la trompa

J.S. Para la trompa no hay listas de espera. Ni para el fagot, el trombón o la flauta de pico. En los conservatorios de la Comunidad, todo el mundo quiere estudiar piano (45%), guitarra. (12%) o violín (9%) y, en consecuencia, los porcentajes de admitidos en estas especialidades son los más bajos. La elección de un instrumento menos común facilita las cosas en las pruebas de acceso, aunque posiblemente las dificulte a la hora de ensayar en casa o contárselo a los amigos. Si la penuria de alumnos para, los instrumentos menos populares es grave en los conservatorios, alcanza ya lo grueso en las pequeñas academias. El nuevo plan obliga a los centros privados autorizados a tener alumnos de seis instrumentos (si son de enseñanza elemental) o de 19 (los medios), para que se puedan formar grupos. Ello ha obligado al titular de una academia a matricularse él mismo en oboe para poder aceptar al resto de los alumnos.

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