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Locos y genios

El grupo La Cubana presenta en Madrid, rodeado de expectación, su espectáculo tridimensional 'Cegada de amor'

Detrás de cada personaje escénico siempre se encuentra un actor de carne y hueso, al que incluso le duelen las muelas. Pero la excepción existe si ese intérprete trabaja en La Cubana, grupo ecléctico y heterodoxo de teatro, de origen catalán, formado por personas que se niegan a apearse del personaje que les ha tocado en suerte, y se muestran encantados, las veinticuatro horas del día, de ser estrellas de cine, niños prodigios, madres de artistas, asistentas por horas, managers de estrellas y otros prototipos de la fauna humana. Todos tienen algo en común. Son marrulleros, mentirosos, fuleros, atrabiliarios, esperpénticos y merecedores de figurar en el Guiness como los mayores poseedores de jeta y descaro del universo, al tiempo que son profundamente divertidos, innovadores, originales y grandes artistas. Esta noche, con numerazo a lo Hollywood incluido, en plena Gran Vía madrileña, previo al estreno, presentan en el teatro Lope de Vega (conocido como cine) su último espectáculo tridimensional, Cegada de amor, que llega precedido de un inusual éxito de crítica y público.

Para enfrentarse a una entrevista con los de La Cubana hay que prepararse física y psíquicamente con antelación. Ellos también lo hacen, y de ahí que sólo puedan conceder una entrevista diaria, ya que les lleva tiempo prepararla. Vestidos y maquillados de igual guisa que en escena, obligan a comer a los periodistas, a primeras horas de la mañana, porras calentitas, aceitunas arbequinas, tortilla de patatas recién hecha con sus propias manitas, berenjenas de Almagro, bollería surtida y algún que otro manjar que hay que deglutir con café, té, chocolate, cerveza y colas.

Doña Trini, madre fagocitadora y charlatana de Antonio Valdivieso, (una especie de alter ego de Pedro Almodóvar, aún más triunfador que él y poseedor de un notable compIejo de Edipo), intenta cebar a los periodistas a grito de: "iComed, leñe! ".Mientras Jaime Blanchard, apolíneo actor de éxito tras interpretar Torero Cha-cha-cha, bajo las órdenes de Valdivieso, intenta timarse con el fotógrafo.

La escena la contempla con sonrisa angelical Estrellita Verdiales, quien en 1954, tras asistir con su instructora de la Sección Femenina a un concurso radiofónico, fue descubierta por un manager que la convirtió en la primera niña prodigio del cine español. Ella sigue vendiéndose como niña prodigio tras triunfar con sus más de 70 películas de sugerentes títulos, como Una linda mancheguita, Pan, amor y Estrellita o Mi querida legionaria. Al preguntarle la edad se queda lívida y dice: "Tengo una puntíta del pie en la adolescencia y la otra puntita del pie en la madurez". Mientras a sus espaldas Valdivieso se desternilla y chíva con señas: "Cuarenta y siete años". Al recordarle que no ha contestado la reacción de Estrellita es tal que se le eriza su dorado pelo rubio-bote, monta un escándalo y trata de atacar, pero se lo impiden y se larga vociferando: "¡Pero qué se ha creído!". Todos la frenan, y como no es rencorosa vuelve a tomar asiento, luciendo su mejor sonrisa.

¿Teatro? "Los actores de teatro son de tercera", coinciden todos en afirmar, "no como nosotros, que somos grandes estrellas". Sale a la conversación la opinión de que un actor que no haya pasado por los escenarios no está bien formado: "Eso son chorradas, nena", grita Valdivieso, quien en algún momento ha insinuado que Almodóvar le plagia, "lo dice gente como Laurence Olivier o Marlon Brando, que, claro, llegan a una edad en la que ya no pueden dar y la cámara no perdona..., el que vale, vale, y el que no, a hacer teatro".

Exhiben hasta el límite su esquizofrenia y dicen: "Ello no quita que éstos de La Cubana sean muy buena gente y le echen mucha voluntad, pero son de otra manera". Estrellita aún matiza más: "Son más desaliñados, no se deben a su público, la gente no quiere ser como ellos, porque no les conoce nadie, no es como nosotros, que tenemos glamour". A Blanchard aún le queda un colmillo para clavar a las gentes de teatro: "¿Qué motivación puede tener hacer todos los días lo mismo, en el mismo sitio?, ¡es algo retrógrado en estos tiempos de ritmo y cambios!".

Vuelven a Madrid, donde la última vez estuvieron con su montaje Cómeme el coco, negro, todo el tiempo que el público quiera ver este espectáculo, en e que introducen también una película realizada, por Fernando Colomo.

Una utopía

"Nosotros, como gente de teatro que somos, al tiempo que gran aficionados al cine", afirma Milán, director de la idea y la dirección de Cegada de amor, "siempre nos preguntamos por qué razón viendo una película te llegas a emocionar, sea en pantalla grande o en televisión, mientras que esa emoción no se da en teatro". El propio Milán se responde: "En el cine se habla como todos nos expresamos en la vida normal, y en el escenario sobreactuamos, algo que ha sido aceptado por el propio público".El director dice que eso es sólo una hipótesis que ellos mantienen: "Nos planteamos un espectáculo en el que juntarámos esa magia del cine, con la fuerza y poder que tiene el actor en directo, algo que también atrae mucho". Lo que ha salido de esa mezcla es Cegada de amor. "Un juego entre cine y teatro, con los elementos de ambos, una experiencia tridimensional con todo lo que esa palabra conlleva", dice.

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