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El imperio goza de buena salud

Clinton pronuncia su discurso sobre el Estado de la Unión ante un país que ofrece magníficas estadísticas

Antonio Caño

Si los votantes norteamericanos fueran justos y prestaran atención a lo que dicen las estadísticas, el presidente Bill Clinton sería reelegido este año por un amplio margen. Pero, con mucha frecuencia, los votantes no son justos ni interpretan como se espera los datos que se les presentan. Por eso, aunque casi todas las cifras indican, que EE UU atraviesa por uno de los mejores momentos de su historia, los estadounidenses, se sienten todavía amenazados por una crisis indefinible y son sólo moderadamente optimistas sobre su futuro. En su discurso sobre el Estado de la Unión, Clinton intentó anoche desvanecer las dudas de sus compatriotas y convencerles de que la gran superpotencia mundial goza de una salud envidiable.No le faltaban argumentos. En el año que acaba de terminar, Estados Unidos mantuvo el crecimiento económico, se recortó el déficit público disminuyó la inflación y redujo el desempleo. Las empresas y los bancos tuvieron beneficios récord, el índice de la Bolsa de Nueva York se disparó a velocidad histórica. Por primera vez en dos décadas, se cometieron menos crímenes. Los norteamericanos viajan más, comen mejor, visten mejor, hacen más ejercicio y han adelgazado. Estados Unidos ha contribuido decisivamente a conseguir la paz en las regiones más conflictivas del mundo, ha promovido el libre comercio y se ha consolidado como una nación cuyo liderazgo es respetado en los cinco continentes. No obstante, sigue habiendo áreas en las que los progresos han sido escasos, especialmente el de la atención, sanitaria, el del nivel de la educación y la discriminación racial.

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Pero incluso en estos aspectos, se ha demostrado en 1995 un interés especial de las principales fuerzas políticas por buscar upa solución.

Un 46% de los norteamericanos reconoce, según una encuesta de la revista Time, que su nivel de vida es hoy mejor que cuando Clinton asumió la presidencia. Sólo un 20% cree que ha empeorado. Pero todavía hay un 29% que teme por su empleo y un 23% que teme que sus hijos vivan peor que ellos mismos. Ese sentimiento pesimista de una tercera parte de los estadounidenses sólo, puede obedecer, a juicio de los expertos, a una forma de intuición popular o al hecho de que el bienestar actual deja detrás una considerable legión de rezagados. No está apoyado, desde luego, por los datos. El desempleo de EE UU es del 5,6% (sólo mejorado en la Unión Europea por Luxemburgo), dos puntos inferior a la fecha en que Clinton llegó a la Casa Blanca. En el último año, se han creado puestos de trabajo a un ritmo superior a los 150.000 mensuales. La inflación es del 2,8%, pese a que el país ha estado creciendo entre 1993 y 1995 por encima del 3%. Durante los últimos 20 años, el promedio de crecimiento había sido del 2,4%. La combinación de desempleo e inflación, que señal lo que se conoce como índice de miseria, ha experimentado el descenso más pronunciado en 25 años. Los economistas advierten desde hace meses del peligro de una recesión o de una disminución excesiva del producto interior bruto (PIB), pero éste volvió a aumentar en el último trimestre por encima de lo esperado. El promedio de ingresos anuales de una familia es de 38.782 dólares (unos 4.800.000 pesetas), el más alto de la historia. Un 25% de familias gana más de 60.000 dólares al año (7.500.000 pesetas), y un 24,5% percibe 20.000 dólares (2.500.000 pesetas) o menos. La Bolsa de Nueva York ganó en 1995 un 33,8%, lo que hace de éste el mejor año de Wall Street desde,1958, y el sexto mejor de toda la historia. Los balances de las empresas tuvieron las mejores cifras desde 1981.

Incluso en el aspecto más controvertido de la economía norteamericana en la actualidad, el del déficit público, sobre el que el Partido Republicano ha montado su campaña contra Clinton, los resultados son satisfactorios para el presidente. Aunque es cierto que el déficit (172.000 millones. de dólares) es el más alto de la historia, todavía es el más bajo entre las siete, naciones más industrializadas en porcentaje del presupuesto total.

Durante la presidencia de Clinton, además, ese porcentaje respecto al total de los ingresos nacionales se ha reducido de un 5% a un 2,2%. Sin el pago de la deuda acumulada durante el periodo de Ronald Reagan y George Bush, el déficit habría sido ya eliminado.

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Otra de las críticas más frecuentes contra la actuación económica de esta Administración es la de los altos impuestos. Crítica injusta, según cifras de la OCDE. Los norteamericanos pagan menos impuestos que los de cualquier otro país de la Unión Europea, y sólo un poco más que los japoneses. El porcentaje de impuestos en relación con los ingresos en EE UU es del 29,7%. En España, el promedio de presión fiscal es del 35,9%.

Es cierto también que los norteamericanos se benefician del Estado menos que los europeos. El gasto público representa el 34% del PIB, mientras que en España ese gasto de la Administración central llega al 40,5%. El déficit comercial, cuyo crecimiento ha sido constante y acelerado en los últimos años, ha comenzado a ser controlado este año. En el último trimestre, el descenso fue del 2,5%, a pesar de que todavía no han tenido repercusión los acuerdos comerciales para reducir el déficit con Japón, y a pesar también de que los principales socios de EE UU, Canadá y México, han conocido crisis económicas. En el tercer trimestre de 1995, las exportaciones crecieron en un 8,3%, y las importaciones, tan sólo un 1,2%.

La más positiva de todas las estadísticas, en todo caso, es la que muestra los niveles de delincuencia. Por tercer año consecutivo, el número de crímenes en las ciudades con más de un millón de habitantes ha descendido; en el último periodo, un 8%. Eso incluye poblaciones como Nueva York, Washington, Nueva Orleans y, Atlanta, donde la delincuencia se había, convertido en la principal amenaza contra la sociedad. Por primera vez en dos décadas, EE UU parece estar ganando la batalla contra el delito. El elemento negativo de estas estadísticas es que, habiendo bajado el volumen total de delitos, ha aumentado el número de adolescentes implicados en tales actividades. La población, además, sigue teniendo sensación de inseguridad en las ciudades.

Aquello que ocurre fuera de las fronteras de EE UU sigue sin ser un asunto de gran interés, pero más de un 60% quiere que su nación siga ocupando la actual posición de liderazgo. Los estadounidenses son conscientes, aunque se quejen, de que viven en una nación rica y próspera. Un 76% de los entrevistados por Time confesaba sentirse satisfecho con su situación financiera. Aunque eso no sirva automáticamente para premiar a Clinton, sí es suficiente para que la población comience a sentir que los republicanos profetas de la revolución conservadora llevan demasiado lejos sus ambiciones de cambio. ¿Cambiar qué o hacia dónde?, empiezan a preguntarse. Y es que no es ésta, al menos todavía, una nación para revoluciones.

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