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GUERRA EN EL CÁUCASO

La crisis de los rehenes enfrenta el Gobierno central ruso con las repúblicas caucásicas

El ataque lanzado ayer por las tropas rusas para liquidar a los guerrilleros que retienen a más de cien rehenes en el pueblo de Pervomáiskoie está profundizando las contradicciones entre el poder central de Moscú y las repúblicas del Cáucaso, especialmente Daguestán, que, contra su voluntad, se ha visto involucrado en el conflicto checheno. El Cáucaso del Norte es un mosaico de diversos pueblos con contradicciones entre sí que constituyen un auténtico polvorín que puede estallar en cualquier momento. Los dirigentes daguestanos hicieron todo lo posible por evitar el asalto de los rusos contra los guerrilleros y dejarlos ir a Chechenia para así salvar la vida de los rehenes que éstos se habían llevado consigo después de liberar a la mayor parte de las 3.000 personas que habían tenido en su poder en el hospital de Kizliar.

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Los soldados rusos cortaron el paso a los rebeldes independentistas en la frontera con Chechenia, provocando las primeras fricciones entre los dirigentes daguestanos y el Kremlin.Inútiles fueron todos los esfuerzos realizados por las autoridades de Daguestán en estos seis días para evitar un desenlace sangriento: Moscú ignoró los consejos y advertencias de las personas a quienes había pedido negociar con los lobos solitarios de Salmán Radúiev. Ya el viernes, el Gobierno local expresó su desesperanza en una declaración oficial en la que decía que después de haber logrado liberar "en menos de 24 horas" a la mayoría de los 3.000 rehenes en Kizliar, ahora veían "anulados" los resultados de las negociaciones debido a "irreflexivo" comportamiento de los militares rusos.

También quedó desatendido el último llamamiento que Magomed Alí Magomédov, jefe del Consejo de Estado de Daguestán, hizo al presidente ruso, Borís Yeltsin, para que no emprendiera ninguna acción militar mientras no fueran liberados todos los rehenes.

En un principio, la población local reaccionó airadamente contra los guerrilleros que asaltaron la ciudad de Kizliar e incluso hubo quienes amenazaron con organizar pogromos contra los chechenos que viven en Daguestán, pero paulatinamente la ira de los diferentes grupos étnicos daguestanos fue dirigiéndose hacia los rusos. En los últimos mítines realizados cerca de Pervomáiskoie, la población exigía que se dejara ir a los guerrilleros, y entre los manifestantes se podían ver pancartas que decían: "Los chechenos no son criminales; defienden su patria" y "Retirad las tropas de Chechenia y del Cáucaso".

Apoyo cosaco

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Los únicos que han apoyado a Moscú y han reforzado sus posiciones antichechenas son los cosacos, enemigos seculares de los caucásicos y principales colonizadores rusos de la zona en la época zarista.Los cosacos probablemente saldrán fortalecidos de esta crisis, ya que ahora contarán con nuevas palancas de presión para recuperar el estatuto paramilitar de que gozaban antes de la revolución bolchevique. Ya durante y después de los acontecimientos de Budiónnovsk -en los que murieron, en junio de 1995, más de 100 personas cuando el comando de Shamil Basáiev entró a sangre y fuego en esa ciudad rusa sureña- los cosacos exigieron que se les permitiera portar armas y organizarse en destacamentos paramilitares para defenderse y estar preparados para rechazar futuras incursiones.

Es muy posible que los pueblos daguestanos culpen tanto a los chechenos como a los rusos por las víctimas del asalto a Pervomáiskoie. Pero si los extremistas locales comienzan a pasar a cuchillo a los chechenos que viven en Daguestán, todo ello no hará más que adelantar el estallido del polvorín caucásico.

Los cerca de 100.000 chechenos que viven en esa república no se quedarán con los brazos cruzados y comenzará una verdadera guerra civil, que puede servir de catalizadora de las contradicciones que existen también entre los otros grupos étnicos que pueblan Daguestán.

La preocupación por la estabilidad en la zona también es compartida por los dirigentes de las otras repúblicas y provincias del Cáucaso del Norte. La semana pasada, líderes de cinco repúblicas y tres provincias enviaron una carta a Borís Yeltsin en la que le pedían que aplicara una "política equilibrada" en el Cáucaso y subrayaban la necesidad de solucionar el conflicto checheno. De ello, aseguraban, "depende la paz y la estabilidad en todo el Cáucaso".

Ruslán Áushev, presidente de Ingushetia y héroe de la guerra de Afganistán, advirtió ayer en la última sesión del saliente Consejo de la Federación -la Cámara alta del Parlamento ruso- que "existen fuerzas reales que hace ya un año tratan" de involucrar a las repúblicas vecinas en el conflicto. Ahora le toca el turno a Daguestán, "después vendrá el de Ingushetia, y más tarde el de [las provincias rusas de] Stávropol y Krasnodar".

Mientras más cercanas están las elecciones presidenciales, más son los personajes que tratan "de sacar el mayor dividendo posible" de la guerra chechena, opina Áushev, que critica duramente las acciones militares del Kremlin en Chechenia y, en particular, en Pervomáskoie.

"Las autoridades federales desgraciadamente no demuestran tener un enfoque racional de la crisis", se lamentó Áushev, quien estima que "Rusia puede perder todo el Cáucaso si continúa prefiriendo los métodos de fuerza a una política flexible y juiciosa".

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