El impulso de la 'Novena sinfonía
La programación de la Novena sinfonía durante las navidades constituye un hábito muy extendido y excede al localismo del concierto vienés de Año Nuevo, dedicado a la familia Strauss principalmente, que algunos cosmopolitas se empeñan en importar. Si quieren, que adapten la idea y hagan sonar nuestra música popular y el repertorio de la zarzuela que, con acentos españoles, nada tiene que envidiar al valsear de los austriacos.Fühbreck no es cosmopolita sino internacional; gusta seguir tradiciones más elevadas las Pasiones, de Bach, en Semana Santa, o la Novena de Beethoven por Pascuas. Ha vuelto a dirigirla a la Sinfónica de Madrid y el Orfeón Donostiarra a teatro lleno y con éxito total y entusiasta. El maestro burgalés tiene una visión totalizadora de la obra en su arquitectura musical y en su sustancialidad humanística y resalta el formidable impulso rítmico de Beethoven, esa fuerza energética que a lo largo de tres movimientos -interrogante el primero, jubiloso el segundo, religioso y lírico el tercero- parecen preparar la explosión del Canto a la alegría de Schiller.
Orquesta Sinfónica de Madrid/Orfeón Donostiarra
Director: Rafael Fühbreck. Auditorio Nacional. Madrid, 27 y 28 de diciembre.
Inútil sería subrayar los valores de una obra mil veces analizada. Pero una cosa es cierta: es una de esas raras composiciones que a sus bellezas y méritos analizables añade algo más capaz de convertir cada audición en un acontecimiento. Ese largo repertorio, tan acusadamente romántico, quizá hay que explicarlo hoy en forma de impulso antes que con expresiones retóricas. Por eso, desde Karajan hay toda una línea interpretativa de la sinfonía con coros cuya herencia acepta, por identificación, Fühbreck de Burgos. Lo que hace, con calidad sonora y sin distorsionar las dinámicas.
Un fabuloso coro de potencia y densidad singulares, una multitud cantora: eso es el Orfeón Donostiarra cuyo director José Antonio Sainz mantiene renovado y hondamente musical. El cuarteto solista formado por Isabel Rey, que alzó su timbre luminoso, Alicia Nafé, desveladora de sus tonos oscuros, Donald George, algo más débil, y Wolfgang Koch, se incorporó, con propiedad, a la versión general planteada y resuelta por Fühbreck.
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