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Una herencia envenenada

Sea cual sea el Gobierno que se forme en Ankara no tendrá más remedio que hacer frente a la fuerte crisis económica que padece el país. La tarea no será fácil, ya que la población está cansada de apretarse el cinturón y si la primera ministra en funciones, Tansu Çiller, o sus herederos quieren seguir las directrices del Fondo Monetario Internacional, como en los dos últimos años, no tendrán más remedio que obligar de nuevo a la castigada clase media y a los más desfavorecidos a apretarse más aún el cinturón, si es que a éste le quedan agujeros.Los tiempos que se avecinan son tormentosos. El 1 de enero próximo entra en vigor la unión aduanera con la Unión Europea (UE) que, en general, aplauden los medios financieros turcos, deseosos de beneficiarse de un importante flujo de inversiones extranjeras. Ha sido un acuerdo que tuvo que enfrentarse durante meses a la resistencia de una Eurocámara, reticente a aceptarlo mientras se mantuviese la restrictiva legislación antiterrorista, que ha llevado a la cárcel a mucha gente por delitos claramente de opinión, con frecuencia, relacionados con la defensa de los derechos o de la identidad de la minoría kurda.

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El polén-iico artículo 8 de la ley fue reformado, pero no lo suficiente como para sacar a la calle a todos los detenidos, entre los que se encuentra la ex diputada Leila Zana, a la que el Parlamento Europeo concedió el Premio Andréi Sajarov.

Derribar barreras

También se levantarán los aranceles que gravaban las importaciones europeas a cambio, fundamentalmente, de la desaparición de las cuotas y aranceles que imponga la Unión Europea a los productos textiles turcos. Los demás bienes ya se exportaban hasta ahora casi libremente hacia los Quince. Esto supondrá el cierre de numerosas pequeñas y medianas empresas turcas, incapaces de competir con las del poderoso bloque económico y político vecino.

Los más optimistas señalan que también se hará posible la renovación y modernización de otra gran parte de la industria nacional, al abaratar y facilitar la importación de maquinaria y equipo. La consecuencia negativa, que también la hay aquí, sería el aumento del déficit comercial, que en los nueve primeros meses de este año alcanzó los 9.400 millones de dólares (más de 1,2 billones de pesetas)

Con una deuda externa de 75.000 millones de dólares e interna de 24.000 millones de dólares, el Tesoro turco ha vaciado lo poco que le quedaba en sus arcas para hacer frente a los gastos electorales, y la falta de fondos es acuciante.

La inflación, aunque relativamente contenida, se sitúa en el escandaloso nivel del 83,8%, mientras que los tipos de interés están al 170%. La lira turca se deprecia día a día.

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