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Tribuna
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Navidad

Las navidades han acabado tomándose como una farsa del amor y la paz entre los hombres, unas fiestas que fingen creer en lo que nadie cree. Pero ¿y si resulta que los seres humanos fueran mejor de lo que parece? ¿Y si resulta que el placer de la solidaridad, el altruismo, la compasión no son unos inventos? Algo nos ha venido diciendo que aun sin estar hechos de "todo amor", tampoco el prójimo es siempre un animal aborrecible. Los estudios en psicología evolutiva enseñan que los supervivientes son siempre los más amistosos y cooperadores. Gracias a eso se salvan.Puede que las cosas no marchen ahora del todo bien, pero no es una fatalidad de los genes. Prácticamente, los genes de tipo "Navidad" son los que han prevalecido en la lucha darwinista y los que potencialmente colocan a los hombres en las condiciones más óptimas para prosperar amándose. ¿Por qué no sucede plenamente así? Una corriente de etólogos atribuye cada vez más nuestros problemas a la organización de la sociedad. Nuestros conflictos internos y con los otros obedecerían no tanto a una falta de socialización, sino a la hipersocialización dentro de una atmósfera enferma. Vivimos ansiosos o deprimidos, tememos a los demás o desconfiamos de ellos en correlación con el código social; nos sentimos más desgraciados, frustrados y finalmente agresivos en función del dictamen que empuja a "tener más".

En El malestar de la cultura, Freud decía que, gracias a la sociedad, los instintos explotadores y asesinos se conmutaban por amor al prójimo. Ahora se podría empezar a decir lo contrario. El que demuestra probidad es un inadaptado para triunfar y, en consecuencia, los buenos genes son serrín para hacer belenes. ¿No es ya hora de cambiar las preferencias de valor y tomar la felicidad en serio?

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